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Matrimonio o Concubinato

Publicado por Malena

Son tiempos de improvisación, urgencia y falta de permanencia.

Matrimonio o Concubinato

La rapidez de los cambios, el ritmo de vida acelerado y la impaciencia son las características de la época actual.

Todo se hace apurado, se habla apurado, se come apurado, se hace el amor apurado, se trabaja apurado, y en general se vive apurado.

El resultado es que la gente no se entiende, no puede digerir lo que come, no puede concentrarse, fracasa en los estudios, puede resultar ineficaz en su trabajo, no puede disfrutar del sexo, tiene miedo; porque la vida se ha convertido en una rutina que exige mucha adrenalina.

El estrés mata y los proyectos comunes de la gente, como elegir una carrera, estudiar, conseguir un trabajo, casarse, comprar una casa, tener hijos, educarlos, cuidarlos, enfermarse y hasta morirse, experiencias casi todas ineludibles, representan situaciones que exigen la obligación de pasar por una serie interminable de frustraciones, discusiones, trámites, gastos, malos ratos, disgustos, penas y dolores.

En lugar de vivir cada una de estas experiencias de la vida intensamente y conscientemente, experimentando las penas y alegrías y exteriorizando las respectivas emociones que suscitan, el apuro hace que se pasen por alto, sin emoción, anestesiados por las urgencias, las obligaciones y los plazos y sólo alentados por el sentimiento de haber cumplido con las expectativas.

Planificar todo y pretender hacer lo que se espera en cada etapa, demanda una gran cantidad de energía, que generalmente se consume en los preparativos y casi está agotada en el mejor momento.

El casamiento es un ejemplo. A pesar de resistirse a las tradiciones y los convencionalismos, la juventud se empeña en crear nuevas formas de celebración que resultan aún más complejas y onerosas que las del siglo pasado.

Las fiestas de casamiento duran más de una jornada de trabajo y terminan al día siguiente, casi como los festejos tribales étnicos que suelen durar varios días.

Estas fiestas exigen un despliegue de entretenimientos para los invitados que a duras penas llegan hasta bien entrada la mañana despiertos, con gran esfuerzo, después de haber luchado para no quedarse dormido.

Toda esta organización es lo que paradójicamente se espera de una fiesta de casamiento aunque resulte para muchos abrumadora.

El costo de este despliegue técnico y mano de obra, más la comida y la bebida que ayudarán a los asistentes a mantenerse animados, haciéndoles más llevadero el esfuerzo, suele alcanzar cifras astronómicas a la que no todos pueden acceder y representa un nicho laboral que ocupa a mucha gente.

Por lo tanto, es bastante frecuente, que no se renuncie a este ritual sino que las bodas se aplacen indefinidamente y sean ubicadas en el último lugar de la lista de prioridades de una pareja.

Es así como por lo general por esta causa se elige el concubinato, estado civil que no representa una erogación descabellada, sólo la decisión de dos personas de vivir juntas.

La decisión de vivir juntos sin papeles proporciona además la ventaja de la falta de compromiso formal.

Este hecho perjudica en mayor medida a la mujer si llega a tener hijos, no porque no pueda demandar por alimentos a su concubino si la ha abandonado, sino porque legalmente puede perder derechos tanto para ella como para sus hijos.

Cuando no hay compromiso formal, puede tomarse la relación más a la ligera y una vez que el tiempo se haya encargado de amortiguar los efectos de una gran pasión es más fácil despegarse para iniciar una vida nueva.

Si una pareja que vive en concubinato decide no tener hijos, es muy probable que no dure mucho tiempo y se disuelva, porque esa relación no crecerá y no tendrá ni historia ni futuro.

Si se elige no tener compromisos formales se elige también la posibilidad de lo efímero y el desgaste de la vida de dos personas que están juntas sin un proyecto estrictamente humano.

Los hombres son los que más se benefician con esta forma de relación, porque tienen lo que desean, muchas veces sin costo adicional porque comparten los gastos y sin responsabilidad adicional alguna.

Pero el compromiso moral con el otro siempre existe y la conciencia también existe, aunque algunos lo sepan disimular muy bien.