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¿Te preocupas por todo?

Publicado por María Gómez

Casi como obligación, todos pensamos que la vida debe ser vivida con alegría, disfrutando de sus placeres, gozando de las delicias que nos encontramos por el camino.  Y así debería ser idílicamente. Afortunadamente, algunos lo consiguen, pero la mayoría no puede mantener este estado durante mucho tiempo. Sin embargo, esta percepción positiva de la vida se vuelve contraria cuando, esta misma vida tan apacible, se convierte en un flujo constante de preocupaciones.

Lo más seguro es que se trate de una situación temporal, motivada por problemas surgidos por temas relacionados con la familia, la economía, la pareja, el trabajo, etc. No obstante, existen ciertos casos en los que el periodo de preocupación se alarga peligrosamente llegando a instalarse de un modo tan férreo, que la persona obvia totalmente el lado bonito de la vida porque ya ni siquiera lo ve.

Por supuesto que el día a día nos pone a prueba constantemente, y que siempre habrá algo de lo que tengamos que preocuparnos. El problema surge cuando esta preocupación es excesiva y los pensamientos asociados a la preocupación rumian constantemente en nuestro cerebro. Para todos aquellos que se encuentren en esta situación ahora mismo, lo primero que deben saber es que la preocupación por definición es poco provechosa, más bien inútil. No suele servir para nada, ni siquiera para encontrar soluciones a nuestros problemas.

A veces, las personas  tampoco son conscientes de que están  constantemente con pensamientos de preocupación sin interrumpir este flujo de pensamiento negativo en ningún momento, con lo cual se crea un círculo vicioso que se retroalimenta sin cesar.

Resumiendo, cuando el estado de preocupación es constante y además automático, podemos afirmar que es la señal de que tienes que intervenir para cortar esa situación lo antes posible.

Antes de nada, es importante desconectar el concepto de preocupación del de ser una persona más responsable, seria o profesional. Más bien al contrario, te convertirás en un transmisor de inseguridad y de poca fortaleza. Asimismo, el preocuparte de exceso por algo, no te proporciona más control sobre esa situación sino que no te dejará ver con claridad la realidad que se pone ante tus ojos.

Por otro lado, toda aquella persona que haya pasado por esta situación sabe sobradamente que, a nivel físico, hay efectos colaterales y que, a nivel emocional, el sufrimiento es innegable. No hay motivos más poderosos para estimular un cambio en la manera de afrontar el proceso vital.

Para salir de esta espiral de preocupación, es necesario un trabajo interno profundo que elimine asociaciones, percepciones y conceptos con respecto a uno mismo erróneos y, al mismo tiempo, habrá que descubrir nuevos recursos personales que nos ayuden a fluir en dirección contraria, es decir, a aceptar situaciones, a asumirlas cuando sea necesario,  y en el mejor modo de buscar las mejores soluciones cuando sea posible.

Como adelanto, os anunciamos que la clave reside en vivir el presente, en sentirlo; en mirar para atrás solamente para recordar alegrías y en mirar hacia delante para planificar. Centrándonos en el ahora, en este momento, los problemas no dejan de existir pero nuestra cabeza y nuestro corazón mitigan su dolor.