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El aburrimiento constante

Publicado por Malena

el miedo a aburrirse

¿Acaso existe en este mundo algo más difícil de soportar que el aburrimiento?

Muchos dirán que sí y opinarán que mucho peor es soportar la pobreza, los dolores físicos, las enfermedades o la vejez, pero también los pobres, los enfermos y los ancianos se aburren.

Los animales también se aburren. No hay más que darse una vuelta por el zoológico para verlos. Duermen todo el día y cuando abren los ojos es para mirarnos con indiferencia.

El devenir de los acontecimientos en la naturaleza es lento, repetitivo y habitual.

Siempre estamos deseando lo que no es y no disfrutamos lo que es, porque nos aburrimos de todas las cosas y necesitamos cambios.

La teoría de la evolución sostiene que la necesidad es la que obligó al hombre a modificar la naturaleza para su supervivencia. Es verdad, la necesidad agudiza el ingenio pero también el aburrimiento nos motiva a ser creativos.

El hombre primitivo sólo tenía que cazar para comer o recoger algunos frutos. A veces tenía que emigrar cuando se agotaba su sustento, pero pudo sobrevivir mucho tiempo con muy pocas cosas. Cocinaba su comida y hacía vasijas pero también las decoraba.

La necesidad de defenderse de otros grupos y de mejorar su cacería le pudo inspirar la fabricación de armas pero no solamente era un creador de herramientas sino que también se dedicaba a dibujar sobre las piedras.

Los rituales religiosos existieron desde siempre hasta en las tribus más rudimentarias que alababan a sus dioses con cánticos y ofrendas, depositando en ellos su confianza. Pero es evidente que no todas esas actividades eran para sobrevivir.

Nunca antes en la historia de la humanidad el hombre tuvo tantas cosas y tantas oportunidades en la actualidad para no aburrirse. Tampoco jamás estuvo tan ocupado. Sin embargo, el aburrimiento es el mayor flagelo en el mundo.

Existe una anestesia generalizada. Los programas de televisión son levantados por falta de audiencia, los deportes son cada día más peligrosos, el turismo aventura es cada vez más riesgoso y el uso de drogas aumenta, parecería que la gente no puede vivir sin excitaciones y sobresaltos.

Algunos definen el aburrimiento como un estado de ansiedad, que es el miedo sin objeto, una inquietud interior, un estado artificial de alerta al peligro. Pero hay algo peor que el aburrimiento: el miedo a aburrirse, por eso muchos se llevan un libro a todos lados, o el celular.

Lo cierto es que ahora la mayoría tiene miedo, pero parece ser que más fuerte que el miedo a morirse es el miedo a aburrirse, porque el aburrimiento también activa los ataques de pánico, que es el clímax del aburrimiento.

También la soledad es difícilmente tolerada, no vaya a ser que nos quedemos sin televisión, sin algo para leer o sin teléfono.

Los niños también se aburren aunque estén rodeados de juguetes sofisticados, muñecas que hablan y aviones que vuelen, y los más chicos no pueden dejar de llorar si no tienen sus chupetes y sonajeros.

Es que en realidad todos sabemos que lo que prefieren los niños es estar en compañía. Y los grandes también, pero cada día estamos más solos, porque tanto nosotros como nuestros amigos y parientes estamos demasiado ocupados.

Los jubilados son los que tienen la agenda más nutrida. No están nunca en casa porque se fueron al cine, o a la clase de inglés, o a yoga o un curso de budismo.

El problema existencial es que el hombre actual desde la cuna ha hecho un culto del entretenimiento y de sus ocupaciones no siempre tan justificadas. Este condicionamiento lo está volviendo loco, porque no puede estar sin algo que hacer, simplemente dejándose estar, en el tiempo y en el espacio, sólo con él mismo o compartiendo su tiempo tranquilamente con algún otro extravagante como él que esté sin hacer nada.

Esto pasa principalmente en las grandes ciudades y no en los pequeños pueblos, donde la gente todavía duerme la siesta, le da de comer a sus animales, limpia la casa, cocina comida casera y se sienta en la puerta para no hacer nada, solamente para observar a los pocos que pasan.

Tal vez deberíamos evolucionar hacia una vida más sencilla.