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La Crisis de la Tercera Edad

Publicado por Malena

La Crisis de la Tercera Edad

Existen dos modos de vivir esta etapa de la vida, un modo optimista que implica enfrentarla como una oportunidad más de nuevos desafíos y crecimiento personal o una manera pesimista, con la expectativa del deterioro físico y la decadencia psíquica.

Todos sabemos la importancia que pueden tener nuestras expectativas en la ocurrencia de los hechos, ya que esto representa una programación para lograr precisamente lo que se querría evitar.

La edad cronológica no refleja en forma uniforme las mismas condiciones físicas o psíquicas de todas las personas, por el contrario, la diversidad es notable.

Existen cada día más personas que llegan a 95 o más años todavía, lúcidas y físicamente capaces de desenvolverse normalmente. En los Estados Unidos pronostican que para las próximas décadas tendrán en ese país millones de personas de más de cien años, físicamente sanas y lúcidas. Si sólo existiera una sola en esas condiciones nos estaría confirmando que eso es perfectamente posible para cualquiera.

Uno de los factores que influyen en mayor medida en el proceso de deterioro en la vejez es el emocional. La forma de vivir las experiencias altera el normal flujo de la vida y el funcionamiento del cuerpo y de la mente.

Además, es importante considerar el impacto de la soledad en esta etapa de la vida. Muchas personas mayores pueden sentirse aisladas o desconectadas de su entorno, lo que puede contribuir a un deterioro emocional y físico. Por eso, es fundamental fomentar la interacción social y mantener una red de apoyo sólida.

La mayor o menor tolerancia a la frustración y la ausencia o presencia de dificultades de adaptación para aceptar las circunstancias, pueden modificar notablemente la calidad de esta etapa, que podría resultar tan dinámica y útil como cualquiera de las anteriores.

Desde el punto de vista psicológico la edad avanzada presenta nuevos desafíos que algunos prefieren llamar problemas. El más importante sea quizás el aprender a vivir día a día aceptando la realidad de la propia finitud, que como ocurre en toda la naturaleza es un proceso necesario de evolución hacia una transformación superior.

Aferrarse a la ilusión de inmortalidad es pretender vivir en la inconsciencia gastando energía en oponer resistencia frente a una realidad innegable, que cercena cualquier posibilidad de vivir una vida saludable y útil.

Esta etapa es una oportunidad que nos permite más que nunca atrevernos a ser nosotros mismos y a cambiar, cuando el horizonte ya no está tan lejano y no hay tiempo para postergar.

La forma de desperdiciar el resto de la vida es deprimirse y convencerse que no hay alternativas frente a las limitaciones, cuando sabemos que todas las etapas tienen sus propios límites.

Otra forma de perder oportunidades de nuevos desafíos es negando el paso del tiempo aferrándose a las mismas fórmulas de etapas anteriores, tratando de seguir compitiendo en una carrera perdida de antemano, y reflejando una imagen patética de si mismos a los descendientes.

Lo mejor es aceptar los límites para lograr trascenderlos y poder llegar a sentirse mejor que nunca, con la serenidad de quien a madurado sanamente como para comprender el sentido esencial de los cambios en la existencia.

Es la oportunidad del viaje del alma hacia la interioridad, que no tiene edad ni tiempo, de cuidar el cuerpo manteniéndose activo y sociable, de disfrutar de la pareja, de renovar intereses, distracciones y actividades, y de intentar una mayor apertura al mundo liberándose de las estructuras rígidas, atreviéndose a incursionar en lo novedoso y creyendo firmemente en que el desarrollo y crecimiento personal no tiene fin y que nunca es tarde para empezar.

Además, es crucial recordar que la tercera edad no es una etapa de la vida para ser temida o evitada, sino para ser celebrada y disfrutada. Es un tiempo para reflexionar sobre las experiencias de la vida, para compartir sabiduría y conocimientos con las generaciones más jóvenes, y para explorar nuevas pasiones e intereses. Es un tiempo para vivir plenamente, con gratitud y alegría, y para abrazar cada momento con curiosidad y asombro.

La tercera edad puede ser una etapa de la vida llena de belleza, propósito y significado, si se la aborda con una actitud positiva y una disposición para adaptarse y crecer. Así que, en lugar de temer al envejecimiento, podemos elegir abrazarlo y verlo como una oportunidad para continuar evolucionando y aprendiendo.