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La Autoestima

Publicado por Malena

La Autoestima

No puedo ser feliz ni sonreír, porque mi baja autoestima me lastima

La época actual está plagada de personas con baja autoestima y depresión. Es la manifestación psíquica más común que invade los consultorios de psicólogos y psiquiatras.

Los antidepresivos están de moda y se recetan sin demasiadas preguntas principalmente porque los médicos de las obras sociales sólo tienen diez minutos para concederles a sus pacientes.

Hoy, un día de duelo equivale a un tratamiento psicológico y psiquiátrico y una correspondiente pastilla para superar el trance.

¿Es la gente actual más sensible al sufrimiento que la de antes? o ¿es más frágil, menos fuerte, más dependiente, menos madura?

Las pastillas son las muletas ocasionales, los psicólogos los bastones para seguir adelante y los psiquiatras el último recurso antes de caerse.

Las personas que sufren depresión no tienen autoestima, por el contrario, se odian tanto a si mismas que prefieren suicidarse porque consideran que no merecen vivir.

Si la gente no se odiara tanto a si misma no habría delitos en el mundo, porque la agresividad contra uno mismo se proyecta.

La autoestima comienza en la infancia y la relación con los padres es básica para poder desarrollar una personalidad fuerte y seguridad en si mismo.

La diferencia entre una persona y otra es su forma de asimilar sus experiencias, porque todos pasan por las mismas dificultades, y el temperamento básico innato puede ayudar o perjudicar.

Si las experiencias infantiles son positivas, con figuras parentales que nos aceptan como somos, nos alientan, nos protegen debidamente, nos consuelan y nos dan una oportunidad para tener fe en la vida con su propia conducta, se puede llegar a la conclusión que difícilmente esa persona cuando crezca se deprima frente a los avatares de la existencia, sea cual sea su temperamento.

Pero como la mayoría tiene padres que también vienen arrastrando su propio condicionamiento familiar, nos queda solamente el recurso de entender este proceso para poder superarlo y evitar seguir transfiriéndolo a nuestros hijos.

Los niños necesitan reconocimiento por cada uno de sus logros. Es muy importante para su desarrollo creer que son especiales en algo, porque es verdad que todos tenemos algún rasgo que nos identifica como personas diferentes.

Los que no han tenido ese reconocimiento se darán cuenta que viven tratando de demostrar que valen, y muchos de ellos en forma marginal o violenta, convirtiéndose a veces esta circunstancia en una obsesión y en el motivo de sus propias vidas.

Aquellos que se quedan en el medio, los que ni siquiera intentan demostrar algo porque están seguros de no servir para nada, son los que sufren de depresión.

Sin embargo, siempre se puede cambiar de forma de ver el mundo y trascender todas las limitaciones de nuestra infancia.

La autoestima es el sentimiento de valoración propia y se puede desarrollar con el compromiso con uno mismo.

La persona que se valora es valorada también por los otros porque los demás son el espejo de la propia conducta.

Para valorarse hay que respetarse, o sea tener dignidad humana; y para ello se necesita unidad de criterio con lo que hacemos, decimos y pensamos.

La coherencia interna es la base más poderosa para comenzar a edificar la autoestima, porque esto permitirá creer en nosotros, tenernos confianza, querernos, apreciarnos, y estar orgullosos de nuestro comportamiento.

Así como valoramos a las personas con estas cualidades, así valoraremos a la persona que somos y que aún permanece oculta detrás de la máscara de la baja autoestima.

Tenemos que ser como exigimos que sean los demás, ni más ni menos. Honestos, trabajadores, comprometidos con nuestros objetivos, bondadosos, humildes, justos, amables, virtuosos.

La virtud es la puerta hacia el logro de una alta autoestima y hacia una nueva vida llena de amor y de sentido.