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Abandona el Control

Publicado por Malena

Abandona el control

Muchas personas, hoy en día, viven agobiadas por el miedo, las fobias y los ataques de pánico.

Las exigencias de la vida moderna, la necesidad de destacarse, el perfeccionismo, las metas demasiado ambiciosas y la creencia en que se pueden controlar todas las variables, lleva a las personas a un estado de estrés, que les provoca toda clase de síntomas orgánicos, funcionales y psicológicos.

Es comprensible que algunos deseen dar lo mejor de si mismos en cada oportunidad en que estén en juego sus potencialidades, pero cuando no se pueden reconocer los propios límites y cualquier tarea se convierte en una obsesión, se llegan a transformar en personas déspotas, agresivas, violentas y amargadas, no pueden disfrutar de sus logros y pueden hacer muy infelices a quienes los rodean.

Este nivel de exigencia consigo mismo y con los demás pretende que todos compartan el mismo criterio y hagan las cosas de la misma forma.

Cuando una persona piensa que no hay nadie que haga las cosas tan bien como ella, se carga de obligaciones y responsabilidades, lleva mochilas ajenas y se ocupa de todo lo que no le corresponde.

Esta actitud, lejos de hacerla sentir superior, disminuye su autoestima, porque se convierte en una máquina de resolver problemas pero también en alguien que cada día que pasa se siente más sola.

Esa omnipotencia, no hace sentir a los otros agradecidos sino disminuidos e inútiles, y a ellos mismos usados y frustrados.

Las personas controladoras nunca piden ayuda ni cuentan sus cosas; se guardan todo, porque mostrarse significaría reconocer su debilidad, cosa que está en contra de los principios que las obligan a reinar y no depender.

Este estado de cosas no tarda en minar las reservas de cualquier organismo que tarde o temprano pierde el equilibrio.

Esta conducta se puede cambiar, si se puede aceptar que equivocándose se aprende, que los errores no tienen por qué afectar la autoestima y que no tienen que probar a nadie que valen, porque son mucho más de lo que hacen.

Los que intentan controlar todo, no pueden postergar, ni aceptar los imprevistos, ni otra circunstancia adversa que les impida cumplir con lo que se proponen, generalmente planes rígidos e inflexibles que no contemplan la posibilidad de un contratiempo.

El miedo al fracaso o a ser criticado, les impide relajarse y pensar solamente en nuevos desafíos, evitando su capacidad de trascender las cosas y comprometerse afectivamente, de prestar atención a los demás fuera del ámbito de las exigencias y guardando resentimiento si sus deseos no son cumplidos.

Tener todo bajo control es un gran gasto de energía que no se justifica, porque la realidad es que el control es una ilusión ya que no se puede controlar todo y las cosas ocurren aunque las hayamos prevenido.

Los demás son seres libres, capaces de asumir su propia responsabilidad, tanto o más que nosotros mismos, permitiéndonos a nosotros también ser libres.

La desconfianza en los otros hace que el que tiene el control se sienta más seguro ocupándose de todo. No aprende a delegar tareas, y si lo hace hostigan a sus víctimas con una larga lista de recomendaciones.

El control obsesivo revela el miedo a correr riesgos, la necesidad de aferrarse a las cosas y la dificultad para soltarlas.

Se puede abandonar el control, entregándose, rindiéndose a la realidad, dejándose llevar y confiando.

El único control que no se debería perder nunca es el dominio de uno mismo.