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Tres Náufragos en el Océano Pacífico

Publicado por Malena

tres náufragos en el Océano Pacífico

De todos los sobrevivientes que han sabido mantenerse enteros en situaciones límites, sin perder las esperanzas a pesar tener pocas o casi nulas oportunidades de salvarse, hay que aprender, porque nadie está libre en la vida de encontrarse en una circunstancia difícil que requiera la misma fortaleza, similar presencia de ánimo e idéntica sangre fría.

Muchos seres humanos parecen fortalecerse cuando son capaces de vencer obstáculos, solucionar problemas y enfrentar la incertidumbre; pero otros se dejan llevar por la desesperación, se descontrolan, se debilitan y pueden llegar a perder la esperanza y la vida antes de tiempo.

Saber qué es lo que hace la diferencia es algo complejo porque depende de muchos factores, como las actitudes, la personalidad, el carácter, la educación, la salud, el equilibrio emocional y psíquico, la fortaleza y hasta la forma de pensar, porque la certeza de tener que enfrentarse a la muerte, se suele ignorar, hasta el momento en que está en juego la vida.

Hace poco tiempo ocurrió un hecho, que los medios se encargaron de difundir por todo el mundo, que refleja hasta qué punto puede el instinto de supervivencia ganarle a la muerte.

Tres jóvenes adolescentes de catorce años uno de ellos y de quince los otros dos, habitantes de una isla del Pacífico, se embarcaron en una balsa de aluminio rumbo a una isla vecina, distante unas cien millas.

Durante el trayecto, por alguna razón, se extraviaron, alejándose mar adentro más de mil millas y permaneciendo a la deriva en una zona del océano fuera de ruta por donde usualmente no circula ningún navío.

Navegaron cincuenta días sin provisiones de agua ni comida, alimentándose como podían, con algunas gaviotas que pudieron atrapar y escasos peces, y el agua de lluvia como bebida.

Estar a la deriva en medio del océano Pacífico, debe ser la experiencia de aislamiento y desprotección más devastadora de todas las conocidas. Sin embargo, estos jóvenes no perdieron la esperanza y se aferraron a la vida sin dejarse llevar por el desaliento o el temor.

Felizmente, justo cuando se encontraban al límite de sus fuerzas y tenían casi agotada la posibilidad de obtener agua y comida, un barco pesquero los encontró y pudieron salvarse.

Durante el rescate, su aspecto era de extrema delgadez y cansancio pero lo que sorprendió a todos, fue que contrariamente a lo esperado, podían caminar sin mucha dificultad, no mostraban graves problemas físicos y no parecían emocionalmente perturbados.

Esta emergencia nos recuerda la de los mineros chilenos que también permanecieron aislados mucho tiempo bajo tierra; que aunque tuvieron la ventaja de mantenerse comunicados con el exterior y de recibir todo lo necesario, vivían la incertidumbre de pensar que sobre sus cabezas se cernía el peligro de un nuevo derrumbe. Sin embargo, a medida que iban saliendo uno a uno a la superficie, por ese canal salvador que como un cordón umbilical los ataba a la vida, se veían en excelente estado de salud y emocionalmente estables.

La tragedia de los Andes también puso en una similar situación a los pasajeros del avión que cayó en esas solitarias y alejadas altas cumbres.

Los que sobrevivieron, confesaron que lo que los mantuvo vivos fue mantenerse unidos, aceptar el liderazgo natural que emergió en el grupo, respetarse mutuamente, mantener la disciplina y el control de impulsos, coordinar los esfuerzos y priorizar el sentido común y la vida antes que los prejuicios.

Es en momentos como esos, en que la vida parece querer escurrirse entre los dedos, cuando se cree que ya no se puede hacer nada para evitar la muerte, que se enciende la chispa de la fe, que es la que permite seguir adelante permitiendo vislumbrar una nueva salida e intentar otra cosa por más descabellada que parezca, para salvarse.

La fe es la que nos sostiene siempre y la que nos contiene en los momentos difíciles, fe en el instinto, en la naturaleza y en la vida, en nuestros semejantes y en nosotros mismos.

Sin embargo, en las grandes ciudades, hay personas que temen salir a la calle, subir a un ascensor, circular por una autopista, estar entre la muchedumbre, tienen miedo a los espacios abiertos, a viajar en tren, en cualquier vehículo, a las arañas y a cualquier bicho.