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El padre terrible, Edipo y Castración

Publicado por Betina Ganim

entre la mujer y la madre

Les dije que hablaría del a,b, c del Edipo, tal como Lacan lo plantea en su clase IX del Seminario 5, Las formaciones del inconsciente. En esa clase, llamada «La metáfora paterna» Lacan introduce la cuestión hablando del padre, de qué entendemos como padre en psicoanálisis, y fundamentalmente, de qué hablamos cuando hablamos de «carencia paterna», ya que esto tiene a muchos a caer en «ambientalismos»; es decir, pensar que la «falta de padre» quiere decir que el padre no está en el grupo familiar.

Esta cuestión queda demostrada como ineficiente en tanto es más que demostrable que un Edipo puede constituirse perfectamente aún si el padre no está presente en el plano «familiar»…

Ahora bien, este a b c que nos introduce Lacan, se puede resumir en lo siguiente:

La imagen del padre terrible. Esto es, ese padre que interviene, intercede, prohibe a la madre, lo que se constituye como el fundamento del Edipo, y que permite que vinculemos esto con la Ley: la prohibición del incesto.

El padre es justamente el encargado de efectuar tal prohibición, hasta el punto de manifestarse expresamente cuando nota que el niño expresa ciertas tendencias hacia la madre. Pero este punto primero del abc va más allá de esto. Tal interdicción en la madre tiene efectos en el inconsciente, y esto, rápidamente nos puede llevar a pensar en la castración. Pero no es tan sencillo, dice Lacan. Claro que hay un vínculo entre la Ley y la castración, pero ¿cómo se nos presenta esto en la clínica?

A ver, hay en la relación niño-padre un claro remos por la castración, pero ¿de qué se trata? Se trata como algo agresivo, y tal agresión parte del niño porque el padre le prohibe su objeto privilegiado: la madre. Y esto se constituye imaginariamente ya que esta agresión le retorna del mismo modo, en esa relación dual, proyectando de modo imaginario en el padre tal agresión que le vuelve a él. Pero parten del niño. Es decir, que la castración parte del plano imaginario, es castración imaginaria en principio.

La amenaza de castración es entonces una intervención real respecto de una amenaza imaginaria (ya que no le cortan los genitales realmente…)

El padre prohíbe a la madre, ya que es suya, no del niño. Es así que aquí tenemos la rivalidad propia que se da entre el niño y el padre (o la niña y el padre ya que en este tiempo el objeto d amor es el mismo)

El padre frustra entonces al niño; un padre que «tiene derecho», no se trata de un personaje real. En la frustración se trata del padre simbólico que mediante un acto imaginario prohibe al niño de un objeto real (la madre)

Si el padre se transforma en un objeto que se prefiere a la madre (ya sea por su fuerza o por su debilidad) estamos en el plano de la identificación. Y es en este punto donde Lacan sitúa la diferencia entre le niño y la niña. Porque en la niña esto se produce por si solo, ya que en ella la dificultad está en la entrada del Edipo, y en el final e sobrio que la niña va a preferir al padre que es quien tiene el falo, el que lo porta. Para el niño es diferente, y aquí está el problema: ¿cómo pasará el padre a ser el preferido?

FUENTE: LACAN, J. El Seminario, Libro 5, «Las formaciones del inconsciente». Clase IX. Ed. Paidós