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El «initium» del deseo

Publicado por Betina Ganim

en el espejo

Siguiendo con la lectura del Seminario sobre La Angustia, que Jacques Lacan dictara durante los años 1962-1963(y que conocemos cono el Seminario 10) les adelantaba ya en el post anterior que Lacan trata en este momento de dar cuenta de la noción de objeto de deseo. Ese pequeño objeto a que es la verdadera invención de Lacan en psicoanálisis. Porque después de Freud, quien ya hacía referencia a esto que intenta introducir Lacan respecto de la angustia, después de Freud se abrieron varias lecturas y abordajes de la noción de objeto.

Jacques Lacan, por su cuenta, intentará articular las características de ese objeto que llamó «objeto a» u «objeto pequeño a». Porque claro que tiene sus ambiguedades, ¿por qué? Porque si queremos dar cuenta del objeto hay que imaginarizarlo. Pero el objeto a no tiene una entidad «material», por decirlo de algún modo. No podemos «ver» en algún sitio al objeto a como tal, pero tenemos su traducción clínica en la angustia por ejemplo. Pero no nos apuremos, sigamos el seminario.

Decía que tal ambiguedad que nos presenta el concepto de objeto, es porque solo podemos imaginarizarlo en el registro especular. Entonces para explicar de dónde hace Lacan partir esta dialéctica del objeto en juego,y del esquema óptico en particular, parte de un sujeto, que escribe «S», en tanto habla. Y cuando empieza a hablar es porque ya ha entrado en juego el rasgo unario (del que les hablé en un post anterior y al que los remito). Hay entonces una identificación primaria que permite, que da la posibilidad de reconocimiento de esa unidad imaginaria que llamamos i(a). Este i(a) ya está dado en la experiencia del espejo, pero solo a condición de que esté autentificada por un Otro (A)

De esa experiencia de psicología experimental de la que Lacan parte para dar cuenta del Estadio del Espejo, tenemos en el plano de i(a), que es la imagen virtual de una imagen real, que no aparece nada; sino que el destino inicial -que no sería más que el tiempo inaugural del deseo- reside en la relación que Lacan nos planteó como el fantasma, y que escribe: $ losange a. Es decir: sujeto tachado, losange (que implica una relación que luego Lacan explicará) objeto a minúscula.

Si el sujeto podría estar en su lugar sin tener mediación del Otro, podríamos decir, que puede acceder sin más al objeto de su deseo: a. El soporte de la función del deseo es entonces i(a) y a. Y si el deseo existe y es lo que sostiene al hombre, es en tanto que a la relación fantasmática ($losange a) se puede acceder mediante algún rodeo, con ciertos artificios de orden imaginario.

Ahora bien, esto no es posible efectivamente, porque lo que el hombre tiene frente a él no es otra que la imagen virtual. El a, soporte del deseo en el fantasma, no es visible en lo que es para el hombre la imagen de su deseo. Más acá de esta imagen, tenemos la presencia del a, que sería el «initium» del deseo. Es decir, del a, parte el deseo. Se trata del objeto causa de deseo, podemos decir. Es lo que Lacan nos intenta explicar a partir de este esquema. Y de ahí la imagen extrae su prestigio.

Pero cuando más el hombre se acerca a lo que cree es su deseo, más se aleja, más se extravía…

Bien, ahora Lacan es que se pregunta ¿cuándo surge la angustia? Cuando un mecanismo hace aparecer algo en el lugar de lo que él llamó -fi -algo que puede ser cualquier cosa. Y nos reenvía Lacan a leer el artículo de Freud sobre lo «unheimlichkeit» (lo ominoso) al que considera el eslabón indispensable para abordar la cuestión de la angustia.

FUENTE: LACAN, JACQUES. EL SEMINARIO DE JACQUES LACAN. LIBRO 10, LA ANGUSTIA. CLASE III. DEL COSMOS AL UNHEIMLICHKEIT. ED. PAIDÓS.