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El obsesivo y la muerte

Publicado por Betina Ganim

Seguimos con el tema de la neurosis obsesiva, esta cuestión clínica que junto con la histeria fueron objeto de estudio psicoanalítico desde las primeras clasificaciones freudianas.

Recordarán el famoso caso freudiano del «Hombre de las ratas» donde tenemos una descripción franca, clara y extensa de la sintomatología en la obsesión.

aislamiento

Respecto de Lacan, dije que en el escrito de 1958 «La dirección de la cura y los principios de su poder» él nos da algunas «indicaciones» de valor clínico incalculable, y que a lo largo de su enseñanza se sostienen, a pesar de abordar la obsesión de distintas aristas. En el Seminario de Jacques lacan, en el Libro 10 «La Angustia» le dedica varias clases a la neurosis obsesiva.

Pero en el escrito que vengo trabajando, que sabemos está inscripto en un momento político particular, en el que Lacan cuestiona la clínica en general, poniendo en el banquillo a los analistas. Él también se pone en el «banquillo, así que esto nos da lugar a pensar que no se trata de una posición de Juez desde la que él habla. Sino que intenta mostrar los desvíos producidos en el solar psicoanalítico después de Freud.

Lacan dice allí que se trata de mostrar los obstáculos para que funciones a modo de boyas en el camino, para no perdernos…

Respecto de la clínica de la obsesión, los posfreudianos se detuvieron, dice Lacan, por ejemplo en el tema de la «agresividad» en el obsesivo (ver post anterior)

Porque claro, la tentación es operar sobre esa defensa tan fuerte que tiene el obsesivo, interpretar así la agresividad, la disociación, la anulación,etc. cuando eso no son más que ardides, trucos para no encontrarse con el deseo del Otro, es decir, con la barradura del Otro.

La cuestión es ver cuáles son realmente son pensamientos «obsesivos»; porque son obsesivos aquellos pensamientos que tienden a mantener la lógica del conjunto cerrado, esa pasión lógica por la unidad que se manifiesta clínicamente.

La estrategia se funda, se construye, frente a la ineludible inconsistencia del Otro (barradura del A)

Ese «desdoblamiento» del que hablé el post pasado -por eso los remito a él- se trata de que está por una parte en los objetos, en la escena, y una parte en el Otro, sosteniéndolo completo, ese Otro que tranquiliza, que funciona de aval, y queoculta su castración.

El sujeto se aísla en esa dimensión de Gran Otro (el Otro es invisible) tomando una posición de espectador.

Por eso tenemos por una parte la escena que el obseivo relata, con sus diferentes objetos, en la que esa lógica de mantener un circuito cerrado, se aísla en el Otro yo, mirando, contemplando todo…

El obsesivo, decimos, se identifica el Amo. De hecho, puede consultar desde esa misma posición. El Amo observa todo de afuera, de arriba, desde el palco nos dice Lacan, y el yo se queda en la escena, en las sombras.

Esto hasta plantea una solución al tema de la muerte, la mediación por el Amo permite el riesgo, el estar siempre al límite (en la escena) en tanto que desdoblado funciona de aval, de que no pasará nada…poniendo en riesgo su vida muchas veces. Tiene que quedar claro que él se identifica al Amo, pero no lo es… Esa identificación al Otro es la identificación a un Ideal.

Si pensamos la vida en términos de deseo, y la muerte en términos de no-deseo, identificarse a ese lugar Amo es identificarse al lugar de no-deseo, ya que es un Otro completo, sin falta, sin deseo.

FUENTE: Seminario «La dirección de la cura», Cita 2003.