Psicología

La manía

Publicado por Betina Ganim

Me gusta lo que cita François Leguil del psiquiatra Henry Ey en sus “Estudios Psiquiátricos”, respecto de la manía; algo así como que cuando los psicoanalistas hablan de la manía como una orgía de los instintos están diciendo mucho más que lo que dicen los psiquiatras al no hablar de eso.

Y me gusta esa apreciación de Henry Ey porque nos remite a un tema muy actual. Podemos decir que la semiología moderna cuantitativa y estadística de los llamados “mood disorders” es un efecto de que los psiquiatras cada vez dicen menos. Un silencio que está fundamentado en la lógica del mercado farmacéutico. Está más que sabido que esta es una industria que no hace más que promover como “prueba científica” aquello que arroja como resultado la toma de ciertos medicamentos…

El tema es que a excepción de Lacan, los psicoanalistas no han dicho mucho más acerca de la manía. Incluso en Freud podemos situar que su interés estaba más centrado en la Melancolía que en la Manía.

Hay que tener en cuenta que esto puede tener una razón en que tanto los hombres como las mujeres, poseídos de pensamientos frenéticos, acciones y goces ilimitados no suelen ir a quejarse con su analista sobre eso; digamos que no se quiere sacar de encima eso porque de alguna manera puede darle cierto lugar, cierto rol en el mundo vertiginoso que vivimos.

Esto es algo que también podemos extender a la clínica de las perversiones y de los grandes delirios. Si vamos al caso freudiano sobre Psicosis, el del Presidente Schreber tenemos que los “rayos divinos” que lo atraviesan, representan la acción de los significantes sobre el sujeto y hacen imagen de las palabras; es decir, son semblantes esos rayos. Pero la “locura” del Dr Schreber reside en concebir estos rayos como cosas.

En la exaltación maníaca no se trata tanto de esa magnificación de la imagen (como lo llama H. Ellis), o de la visión eufórica y aumentativa de las cosas y de sí mismo, sino de una modificación, al decir de J-A Miller, de la compensación y de las proporciones de la naturaleza de los semblantes.

La modificación de tal composición reside en lo que Freud llamó confluencia o coincidencia de las dos instancias del yo ideal y del Ideal del yo. Algo que se demuestra en la clínica: la causalidad que se encuentra en la manía no reside precisamente en la afluencia de pulsiones, sino que deriva de una posición del sujeto que queda expuesta en la relación particular del semblante con el síntoma. Una posición que justifica la opción lacaniana de considerarla como la resultante de una elección del sujeto; una elección ética de un “rechazo del inconsciente”.

Cuando con Lacan hablamos de un rechazo del inconsciente se trata de sostener que en la excitación maníaca, el sujeto no quiere saber nada de las condiciones significantes de la verdad.

La cuestión es que en la manía existe un triunfo de los semblantes sobre el síntoma. ¿Qué quiero decir con esto?

Que sabemos que el síntoma le asigna límites al sujeto en su relación con el goce.

Entonces, con la desaparición de esa traba constitutiva que el síntoma representa, se vuelve, en la Manía, en su contrario. . Un goce ilimitado.

Es así que se iguala al goce de las infinitas y artificiales posibilidades de un mundo de semblantes. Un mundo privado del equilibrio que puede proporcionarle una contrapartida real, con el síntoma.

FUENTE: Scilicet. Semblantes y Sinthome. VII Congreso de la AMP. París – 2010