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La vida sexual infantil

Publicado por Betina Ganim

Sigmund Freud

Como les introduje en el post anterior, hoy iba a abocarme a ese ensayo freudiano que contiene de manera condensada lo que Freud «sabía» de las mujeres, de lo femenino, de ese misterioso manto que cubre a la mujer. Pero antes me quiero detener un poco en su introducción.

Luego de haber pasado por diferentes hipótesis, y de pensar que entre la sexualidad femenina y la masculina podía establecerse una cierta analogía, Freud había llegado a reconocer que no, que había que aceptar la diferencia.

Freud comienza este ensayo sosteniendo la cuestión del análisis de la neurosis infantil, una etapa en donde florece la vida sexual. Él dice allí que solo explorando esas primeras exteriorizaciones pulsionales y a la vez, los efectos de vivencias tempranas en el sujeto, es que se podrán comprender de forma correcta las fuerzas pulsionales de la etapa madura.

Esta reclamación proveniente de la misma experiencia analítica tiene toda su relevancia clínica y teórica, en tanto permite diferenciarnos de la psicoterapia. O de los médicos que teniendo en aquella época una orientación terapéutica se servían de los descubrimientos del psicoanálisis en sus tratamientos.

Lo cierto es que el análisis de la infancia es algo que conlleva un trabajo y una dedicación que implica inmiscuirse en un mundo para el cual no tenemos técnicas preestablecidas. Por lo que Freud alienta a los analistas en el sentido de que esto mismo hace que sea imposible la mecanización de la práctica psicoanalítica -algo que podría llevar a los analistas mismos a perder todo interés por la clínica. La estandarización de la práctica.

Me resulta muy interesante cómo Freud introduce lo que dirá continuación sobre sus descubrimientos en relación a la investigación que venía llevando a cabo. El dice que ya no tiene tiempo como antes, para esperar a la corroboración de las hipótesis que se planteaba. Que eso ya ha cambiado.

Además, continúa, es que ya estaban todas las cartas sobre la mesa; que solo quedaba ahora explorar sus profundidades. Y que para eso, contaba en ese momento con sus discípulos, que ya no estaba solo en esto que en un momento fue su descubrimiento; descubrimiento que tenía que defender ante una comunidad que lo miraba casi con lupa. Recuerden que la novedad de sus descubrimientos había incomodado a toda la comunidad científica de entonces. En aquel momento, dice, tenía «océanos de tiempo», parafraseando a un poeta (no queda claro si es Horacio o quién).

La cuestión es que en este ensayo Freud pone «toda la carne al asador» y que luego se trabaje sobre eso, que él ya no tenía tiempo para corroborar primero para después exponer sus comunicados.

De hecho, comenta, había hecho eso con el caso Dora y con su texto «La interpretación de los sueños»; antes de presentar eso ante la comunidad científica había esperado alrededor de nueve años para hacerlo; pero eran otros tiempos… Aquí Freud ya era consciente del paso del tiempo, y no había lugar para las dudas.

Es así que sostiene que se siente con todo el derecho de hacer una comunicación electo de algo que requería urgentemente de corroboración, antes de que pueda comprenderse su valor o no para la teoría psicoanalítica.

En el siguiente post empezaré con lo allí comunicado.

FREUD: «Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia anatómica entre los sexos»