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Palabra y sexualidad

Publicado por Betina Ganim

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Sabemos que Lacan hace una relectura de Freud. En ese sentido, y en la dirección que venía tomando acerca de reconsiderar la histeria, Lacan reconsideró el inconsciente freudiano. Porque sabemos que Freud escuchaba a las histéricas(que los médicos rechazaban), las escuchaba, porque ellas hablaban y hablaban aunque no sabe que decían.

Aún así, también sabemos que Lacan va más allá de Freud en relación al concepto de inconsciente. Para Lacan, el inconsciente es real, es eso lo que nos transmite su última enseñanza. Es decir, no solo se trata de representaciones inconscientes, sino que la novedad de Lacan en este punto es que esas palabras no representan nada. Para Lacan esas palabras no hacen más que incidir en el cuerpo.

Partamos entonces de esto para poder avanzar en esta tesis de Indart sobre la Histeria sin Padre.

Ahora bien, en nuestra clínica, con los pacientes que consultan, tenemos que pensar en cómo operan esas palabras que viene a dirigirnos un paciente. Porque ya no se trata de darles sentido…

Si vamos a lo que Lacan dice que es el punto clave al que Freud llegó, es el planteo de que existe una juntura entre la palabra y la sexualidad. Eso es para Lacan aún mucho más importante que la noción de inconsciente. Lacan cuando habla de inconsciente es un inconsciente más allá del freudiano, pero que se le debe nada más y nada menos que a esas histéricas que acudían a Freud con sus síntomas, donde aparecían las palabras y la sexualidad. Esto es algo que planteamos entonces para todo ser parlante: la juntura entre palabra y sexualidad.

Ahora bien esto no hay que entenderlo como un «Todismo»…es decir claro que para todo ser parlante hay una incidencia de la palabra en el cuerpo; pero luego, en cada uno, con su particularidad, eso se hace algo incomparable que elude el «todo». Es esta cuestión que nos permite ir más allá de cualquier estructura clínica, neurosis, psicosis, perversión…

Entonces, cuando hablamos de seres parlantes, hablamos de cuerpos afectados por palabras sin sentido, pero que gobiernan la sexualidad de cada uno, de una manera singular, incomparable e imposible de medir. Esto no es más que la «histeria real», que a diferencia de la incompleta y la rígida, Lacan le da un uso «metafísico» a ese término. Metafísico en el sentido de que el síntoma histérico comporta algo real que es imposible de medir bajo cualquier protocolo, test o resonancia magnética.

En el Seminario 24 Lacan mismo se considera un histérico. Un histérico que se diferencia de la histeria incompleta (ver post anterior) ya que él se sostiene en una lógica de sin referencia al Nombre del Padre. Lacan se llama a sí mismo una «histeria perfecta».

Recordemos que la histeria incompleta es esa histeria que al ser imperfecta vela su real con la referencia al Padre. Si elimina tal referencia, la histeria puede ser perfecta… No se trata de que deje de ser una histeria, en el sentido metafísico que mencioné antes, como incidencia de la palabra en la sexualidad sin representación, solo que Lacan solamente se hacía cargo de eso…

FUENTE: INDART, JUAN CARLOS. «DE LA HISTERIA SIN NOMBRE DEL PADRE,I»