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¿Prometer felicidad?

Publicado por Betina Ganim

En esta trilogía jerarquizada que encierra la dirección de la cura,a saber, táctica, estrategia y política -en una libertad que va disminuyendo- tenemos la cuestión del SER DEL ANALISTA, que nos dice Lacan al principio del apartado IV de este escrito que estoy desmigando, aparece en la historia del psicoanálisis muy temprano, con Ferenczi en 1909.

En su trabajo “Introyección y Transferencia”, Ferenczi define a la TRANSFERENCIA COMO LA INTROYECCIÓN DE LA PERSONA DEL MÉDICO EN LA ECONOMÍA SUBJETIVA, en el sentido de lo que la persona presentifica en esa relación dual, aquí y ahora, entre el analizante y el analista. Y en forma de pregunta Lacan deja entrever que el fin de análisis para Ferenczi tenía que ver con mostrarse él mismo dividido, manifestándoselo al paciente:que él, el analista como persona, sufría igual que el paciente…

Lacan ironiza, ¿es necesario llegar a semejante ridiculez para que el analizante caiga en la cuenta de su propia falta? ¿Es necesario operar así, mostrándose así, para dar cuenta de lo que se trata la pasión del neurótico?

No es necesario llegar a eso como fin de análisis para verificar esa pasión del neurótico que es la justificación de su falta. ¿Pero a quién está dirigida esa pasión por justificar la falta que define al neurótico?

Ahí Lacan quita un poco de la serie de los postreudianos a esta analista inglesa (de la que habla bastante en el Seminario 6): Ella Sharpe. Ella jugaba bastante con el significante, y fue un poco más allá en la cuestión del falo…del falo como imaginario, y aunque con su estilo, ella ha dado un paso más en el sentido de tomar el falo como significante en el discurso mismo del paciente.

Luego Lacan se va a por Melanie Klein, escuela inglesa también. Han sido más categóricos los ingleses al hablar del final de análisis: para ellos, el FINAL es la identificación del sujeto con el analista, ya sea del Yo o Superyó del analista.

Y es algo en lo que los postfreudianos se pierden si no pueden leer en la herencia que nos dejó Freud esa división entre registros, que Lacan propone como imaginario, simbólico y real.

En Melanie Klein y su dialéctica de identificaciones con el objeto bueno, el objeto malo, podemos localizarla en términos imaginarios, se trata de identificaciones imaginarias con esos objetos.

Pero se pierde el fondo simbólico en juego, lo significante, la relación del sujeto con esos objetos que sin duda son significantes en la historia misma del sujeto. Los objetos freudianos: la boca, el pecho, la mierda, el falo…si quedan reducidos a objetos imaginarios…es decir, la patología, el sufrimiento del sujeto se limita a relaciones duales, imaginarias, en las que el sujeto queda encerrado, según la modalidad de relación primaria…Y el fin de análisis sería identificarse al objeto bueno, o total…el tema es que ese objeto es el analista mismo…

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Entonces, claro, dice Lacan, el analista sería entonces aquel que está a salvo de esa patología, de esa falta…Como que uno como analista podría ayudar al sujeto solo si está a salvo de esa patología…por lo que dice Lacan, está esta cuestión del sentido común de que si uno es analista entonces no tendría por qué sufrir o padecer de determinadas cosas, no podría angustiarse , etc… O pensar que el analista es el modelo de felicidad al cual el paciente debería identificarse, como meta del análisis. Lo que Lacan dice es que el analista tiene su ser, tiene su falta, pero al estar advertido de esta cuestión estructural, habiendo pasado por un análisis, puede dejar esa falta a un costado y trabajar desde Otro lugar.

Un Otro lugar desde donde NO se promete felicidad alguna, Lacan dice: es «perder el tiempo buscar la camisa de un hombre feliz»…podemos decir…la felicidad es un semblante…

FUENTE: Lacan, J. «La dirección de la cura y los principios de su poder»