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El Control de la Agresividad

Publicado por Malena

el control de la agresividad

Existen formas alternativas de expresar la agresividad, como llorar, hablar de los problemas, de las frustraciones, de la rabia contenida, de situaciones no resueltas que desagradan y dejan tras de si un desequilibrio emocional.

La gente está acostumbrada a reprimir la agresividad, se puede comprobar cuando vienen a la consulta y se ponen a llorar antes de decir una sola palabra.

En la vida diaria, tratan de desintoxicarse de lo que tienen guardado y contenido a duras penas, expresándolo con desbordes de mal humor, actitudes de descontento, mal carácter o desplazando la ira hacia otras personas ajenas, que no pueden entender los desplantes.

El malestar que produce la agresividad reprimida se desparrama hacia todas las direcciones, menos en el sentido correcto, porque cada vez que una circunstancia actualiza el motivo, la ira sale a la superficie en forma inesperada y a borbotones.

Es difícil expresar el enojo y la ira en el lugar y momento en que se produce y esta es una conducta que se aprende en la infancia, cuando evitábamos enojarnos y portarnos mal para que nos quieran.

Aprendimos a guardamos nuestros enojos, los cuales condicionarán todas nuestras experiencias posteriores.

Sin embargo, los condicionamientos del pasado se pueden desaprender e incorporar nuevos comportamientos que permitan el mejor control de las emociones.

Un adulto tiene que aprender a expresar su descontento en el momento en que se produce el desequilibrio, controlando sus impulsos primarios, y tratando de actuar con diplomacia, desapegado, sin comprometerse emocionalmente con los resultados, tratando de no provocar agresividad en el otro, proponiendo alternativas, negociando, abriendo paso al diálogo, sin obstruir el canal de comunicación con una pelea.

La expresión de enojo debe centrarse en el suceso presente y no incluir ninguna otra situación del pasado no resuelta, por más que sea idéntica.

El mundo actual nos alimenta nuestros impulsos agresivos, los medios eligen difundir los sucesos más injustos, los accidentes por negligencia, las decisiones políticas más cuestionables para provocar polémicas, que no resuelven nada, sino que solamente crean antagonismo y frustración.

La agresividad es producto del miedo, que es el que atenta contra la seguridad que necesitamos.

En los momentos de ira descontrolada, se pueden decir muchas cosas que no se sienten y que sólo buscan provocar el mismo dolor en el otro para poder transferir nuestro propio sufrimiento.

Sin embargo la violencia y la agresividad no dejan a una persona satisfecha, por el contrario, le crea un sentimiento culposo que no le permite disfrutar del deleite de haber podido descargar su furia.

La agresividad hay que canalizarla adecuadamente. Se pueden decir las cosas más horribles de muchas maneras según nuestras intenciones, y el humor es una de las formas más efectivas.

A veces el discurso va directo a la confrontación, porque hay formas de expresarse que buscan el enfrentamiento y el fin del diálogo, si no se es capaz de usar la inteligencia para lograr los propios objetivos sin pelear.

Porque algunos olvidan sus objetivos y se concentran en su orgullo, se ponen a la defensiva y levantan una barrera que impide concretar sus deseos.

En un intercambio de opiniones, se puede dejar lugar para una respuesta, tratando de no convertirse en el que diga la última palabra, porque no son las personas las que están en juego sino situaciones, planes, ideas, cosas que pueden ser de interés pero que no deben alterar el equilibrio por obtenerlas.

Es importante no mostrarse demasiado interesado frente al que no piensa igual, logrando una postura de entrega y sin aferrarse tanto a los resultados.

Contestar con una pregunta es una actitud conciliadora, porque otorga el espacio necesario para que el otro tenga la oportunidad de acordar, disentir o de proponer su propia idea.

Todos tendemos a pretender tener la razón cuando nos apegamos a algo, y a no interesarnos en qué es lo que piensan los demás. Sin embargo, el otro brinda la oportunidad de salir de la limitada perspectiva propia, ampliar el horizonte y ayudar a crecer.