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El Estado Mental Correcto

Publicado por Malena

Al enterarse que había lobos merodeando por su aldea, el maestro Shoju decidió permanecer durante una semana, cada noche, sentado en el cementerio meditando, logrando de esa insólita manera alejar a los lobos del lugar.

Los lugareños, intrigados por tan espectacular resultado, le pidieron que les revelara su secreto.

El maestro les dijo que no había ningún secreto, sólo dejó que los lobos lo husmearan y le lamieran la nariz, estando en el estado mental correcto; porque ese es el camino que lleva del temor a la libertad, en la vida y en la muerte, que hace inmune al fuego y al agua y a los lobos impotentes.

El estado mental correcto es el estado de no mente, cuando se suspende el diálogo mental, el intervalo entre dos pensamientos al que se puede acceder a través de la meditación.

La meditación no es una técnica que se pueda practicar ni exige un esfuerzo, porque es algo que está más allá de la mente.

La mente es confusión porque los pensamientos oscurecen y no permiten ver; recién cuando la mente deja de pensar se puede meditar; porque la mente puede hacerlo todo en esta vida menos meditar.

La meditación no es un logro sino un estado de claridad que forma parte de nuestra naturaleza; sólo hay que reconocerla mirándonos interiormente porque está siempre allí a nuestra disposición.

La meditación es nuestro Ser, nos permite ver su profundidad y hasta el fin de la existencia.

Dejar de pensar es ya un pensamiento, de modo que no se trata de intentar no pensar sino de no hacer nada, ningún esfuerzo; despierto pero con el cuerpo relajado y alerta en el interior.

Los pensamientos se aquietan solos sin ninguna intención de corregirlos o rechazarlos; hasta que de pronto, se estará más consciente y todo será más claro.

En Japón, sentarse sin hacer nada se denomina “zazen”; hasta que un día la meditación ocurre, llega sola y cuando eso se produce enseguida la reconocen.

Es que ha estado siempre allí a nuestro alcance, pero nosotros estábamos mirando para otro lado.

Una vez que la energía se orienta hacia adentro, se vuelve a la fuente y todo está a nuestra disposición.

La mente está siempre hablando y cuando se suspende la charla eso es meditación.

La mente sólo puede ver una cosa por vez, no puede ver los opuestos al mismo tiempo porque no puede aceptar lo que es contradictorio.

La meditación es algo natural, no es una cosa seria ni se relaciona con la religión; es como una diversión, es permanecer relajado fluyendo sin ninguna intención.

Meditar es dirigir la atención hacia los espacios vacíos, como los intervalos entre cada palabra, porque está en el silencio. El yo verdadero es el silencio y la mente son las palabras y el silencio es meditación.

El propósito del mantra, que significa repetir una única palabra, es deslizarse al interior del silencio. El aburrimiento que produce la repetición de un mantra hace que sea más fácil abandonarla y deslizarse hacia el silencio.

El mantra es el trampolín que sirve para deshacernos de él por habernos hastiado de repetirlo para caer dormidos o en la meditación. Es como una canción de cuna, un canto monótono que induce al sueño, por eso un mantra también se usa contra el insomnio; aunque ese no sea su principal objetivo.

La meditación reporta una inteligencia infinita, mayor vitalidad y sensibilidad y la vida se hace más rica, hace posible observar cuáles son las verdaderas motivaciones inconscientes de todos nuestros actos y nos volvemos más creativos y amorosos.

La mente no tiene inteligencia porque es como una máquina, tiene técnica, utilidad funcional pero no tiene conciencia.

Ningún pensamiento de la mente es original sólo es repetición; por eso es mejor hacer todos los días algo nuevo para evitar que la mente tenga tanto poder sobre nosotros; comportarse diferente, hacer pequeños cambios en el comportamiento cotidiano y así podremos volvernos cada día más libres.

Fuente: “El hombre que amaba las gaviotas y otros relatos”, Osho, Grupo Editorial Norma, 2003.