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El «efecto halo», cuestión de impresión

Publicado por María Gómez

sherlock-holmes-462957_1280Llegas al gimnasio. Ves a una persona corriendo en la cinta que te parece sumamente atractiva. Tiene el cuerpo tonificado, se nota que hace deporte regularmente. La belleza de su rostro te transmite armonía y te fascina al mismo tiempo. Piensas que, seguramente, esa persona será inteligente, sociable, se moverá en ambientes de alto nivel; quizá también tenga un buen trabajo, sea divertida y posea una gran seguridad en sí misma. En cuestión de segundos, hemos creado un retrato psicológico de una persona totalmente desconocida, pero es que además lo damos por cierto y verdadero sin siquiera ponerlo en modo hipótesis. Nuestras expectativas y prejuicios nos han invadido.

Hasta que llega un día en el que casualidad hace que coincidáis en la máquina de refrescos e iniciéis una conversación. En qué mala hora. En cuanto se puso a parlotear salieron a la luz sus carencias formativas. Su discurso estaba plagado de errores gramaticales de esos que chirrían los oídos. Además, realizaba unos aspavientos extraños y exagerados propios de personas con algún trastorno. Se limitó a contar su vida sin dejar que replicaras ni una sola vez y cuando se marchó, tu cara era todo un poema.

Tranquilidad, no te fustigues por tu nula capacidad de análisis. Simplemente, has sido víctima del «efecto halo» como millones de personas lo son a diario en diferentes ámbitos. Estamos ante un sesgo cognitivo que nos lleva a generalizar atributos (positivos o negativos) a partir de una única cualidad sobresaliente (positiva o negativa) de una persona. Ahora te vendrán a la cabeza situaciones en las que este efecto influyó en tus opiniones sobre algo o alguien, desvirtuando la realidad, total o parcialmente opuesta, que descubriste posteriormente.

Sí, nos dejamos llevar por las impresiones sin contrastar ni poner en duda su veracidad. Sin embargo, todo es cuestión de cambiar el modo de mirar y de ver las cosas, con práctica, controlando los pensamientos y dejando que las opiniones se vayan formando a partir de comportamientos reales y concretos y de la información que vamos recogiendo, no a la inversa. Es importante que nos hagamos conscientes de nuestras expectativas y sus fundamentos.

El «efecto halo», como atajo perceptivo, se convierte en un gran enemigo en el medio laboral. Concretamente, en el mundo de la selección de personal. La herramienta más poderosa que tienen los profesionales del sector para luchar contra su impacto en la toma de decisiones, es el conocimiento. Saber que existe, cómo funciona y tratar de minimizar sus influencias. Para ello, sería aconsejable combinar varios métodos como que varios evaluadores supervisaran el proceso de selección o participaran del mismo, utilizar técnicas que neutralicen la formación de opiniones subjetivas, como realizar cuestionarios con preguntas cerradas, por ejemplo.

Sin duda, donde más se aprovecha su dominio es en el sector del marketing. Si algún producto es consumido por personas consideradas positivamente, automáticamente el producto es percibido como positivo. Y viceversa. Por eso, la tarea primordial del marketing es asociar un producto a una valoración positiva por parte del potencial consumidor o comprador y evitar que sea relacionado o percibido con tintes negativos.

¿Estamos, pues, condenados a sucumbir a las falsas impresiones? No del todo. Nos gusta pensar que la capacidad racional del ser humano y la infinita capacidad de su cerebro para modelar los pensamientos que guían los actos, nos protegen de andar por la vida sin autocontrol, desamparados bajo la lluvia de agentes invasores. Pero no es faena fácil ya que requiere ir en contra de la naturaleza misma en ocasiones, por lo que tendremos que esforzarnos y trabajar concienzudamente para no dejarnos engañar por la percepción primera. Normalmente, nada es lo que parece.