La dinámica de grupos en situación de peligro
De pronto se escucha una fuerte explosión seguida de ruidos de vidrios rotos y de algunos gritos y se observa que gran cantidad de gente corre por los pasillos del barco buscando las escaleras aterrorizada, atropellándose para salir primero.
Esa es la imagen que tenemos de una catástrofe; sin embargo, las encuestas realizadas a las víctimas de un siniestro demuestran que no es exactamente así, y que en esos casos la mayoría parece que puede mantener la calma y detenerse a ayudar a los demás.
En efecto, contrariamente a lo que todos podríamos suponer, en situaciones de peligro, la tendencia humana parece ser más la de agruparse y actuar en forma civilizada y ordenada, a pesar de la urgencia que demanden las circunstancias, que escapar presa del pánico.
Después del ataque a las torres gemelas de New York, los estudios realizados por el Instituto Nacional de Estándares y Tecnología en Gaithersbur para evaluar las repercusiones del atentado; registraron en un capítulo del informe final el comportamiento ordenado de la gente que se encontraba dentro del edificio y en la forma de abandonarlo.
Los autores de este trabajo, entre otras cosas, observaron que aunque el edificio estaba en llamas, muchas personas se quedaron en sus oficinas antes de dirigirse a las escaleras y fueron sólo pocas las que salieron corriendo aterrorizadas y menos aún las que atropellaron a los demás para salir primero.
La mayoría trataba de ayudarse mutuamente, por lo menos eso es lo que atestiguaron 745 sobrevivientes.
Los testimonios de otras catástrofes, proporcionaron información parecida, principalmente cuando el peligro no se manifestaba en forma directa y no se evidencian aún signos que implicaran un riesgo inminente, siendo la disposición general la de brindar ayuda a sus semejantes.
El experto en catástrofes Lee Clarke, de la Universidad ERutgers de Nueva Jersey, informa en un artículo publicado en 2002, que hay un resultado que no ha variado en más de cincuenta años y es el que confirma que los afectados en una situación de riesgo pocas veces pierden el control, principalmente cuando existe la posibilidad concreta de salvarse.
En cuanto a la conducta de una multitud frente a una catástrofe depende en gran parte de las posibilidades que tengan de comunicación, ya que las personas que se encuentran en último término para salir de un lugar de peligro, desconocen lo que está pasando más adelante y esa circunstancia puede convertir esa situación en una gran tragedia.
Durante el atentado suicida ocurrido en el metro de Londres en 2005, en el que perdieron la vida 56 personas y 700 resultaron heridas, los estudios realizados en función a entrevistas de los testigos, revelaron que sólo una pocas personas tuvieron reacciones de pánico o actitudes poco solidarias. Por el contrario, muchos ayudaron a los heridos hasta que llegaron las ambulancias.
Es evidente que el sentimiento de grupo que genera estar atravesando por la misma situación de peligro, incrementa y potencia las actitudes altruistas.
La psicología social ha estudiado los fenómenos que se producen en los grupos y estos experimentos demuestran una vez más que las situaciones de peligro fortalecen la cohesión social, porque convierte a personas que no se conocen en compañeros en la adversidad.
La vivencia de una experiencia similar crea una identidad social que incrementa el deseo de colaboración y de ayudar al prójimo. Sin embargo, aunque la identidad social favorezca la disposición a la cooperación y al altruismo en un grupo, también aumenta el rechazo hacia los miembros de otros grupos.
Solamente cuando los sujetos se encuentran en situación de competencia o la amenaza de la pérdida, es cuando domina el pensamiento individual.
Sin embargo, el control de grandes masas humanas en un espacio limitado continúa siendo un gran desafío; y en situaciones de emergencia, las personas suelen angustiarse y desorientarse, confundir los lugares de salida y atropellarse mutuamente, cuando en muchos casos lo mejor podría ser esperar a ser rescatadas manteniéndose pasivas y frías.
Fuente: «Mente y Cerebro» Investigación y Ciencia; No.48/2011, «Movimiento de Masas», Tobías Kretz.