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Placer y displacer

Publicado por Betina Ganim

Hay en la obra freudiana un giro, el que conocemos como “el giro de los años 20”. Un hito que marca en la teoría freudiana una reformulación de algunas cuestiones en las que Freud trabajó por más de dos décadas.

Esto se da, podemos decir como en cualquier teoría científica: cuando aparecen trabas que peligran la continuidad de una teoría, algo debe ser revisado.

Me voy a referenciar así en su texto de 1920 “Más allá del principio del placer”. Cómo su título lo anuncia, Freud intervendrá sus teorizaciones con una pregunta que surge fuera del plano del terreno del placer. Freud consideraba hasta el momento que lo psíquico se regía hegemónicamente por el principio del placer, hasta que tuvo que suponer -siempre por su experiencia clínica- que había algo más allá…

Revisemos. Según la teoría psicoanalítica establecida por Freud hasta el momento, los procesos psíquicos se orientaban a lo placentero. Que si algo displacentero sucedía, el aparato psíquico (su parte “económica”) tiende a redireccionarlo a lo placentero, en tanto la tensión se reducía, consiguiendo así un estado placentero o un menor displacer.

Digamos que la cuestión de fondo estaba en la cantidad, en lo cuantitativo: se reducía a que el placer se vinculaba a una “disminución” de la excitación de la vida anímica (esa energía no ligada a ningún objeto específico) Y lo displacentero al “aumento” de esta excitación.

Freud considera que para hacer una “metapsicología” del aparato psíquico, habría que añadir este aspecto “económico”, al tópico”(los lugares de aparato psíquico) y “dinámico” (el juego de fuerzas)

Así, considera Freud que antes que sumar el Psicoanálisis a teorías que no tienen relación con las metas propias del psicoanálisis, más bien se debería unir a esas teorías que puedan dar cuenta de lo que significan esas sensaciones placenteras y displacenteras. Pero que hasta el momento, no existía ninguna que pudiera responder a eso.

Pasa que es el área más oscura del alma humana.

Es así que Freud dice que es momento de que ahora en más, dejarse llevar por lo que la experiencia clínica le transmite: que en el alma humana existen fuerzas que se oponen a las del principio del placer. Que si bien estas son fuertes, las que se le oponen parcen ser aun más potentes y efectivas.

Que la experiencia le mostraba la inexactitud del postulado de que el aparato anímico se regulaba por el placer, por la tendencia al placer; ya que era evidente que lo que aparecía por todos lados era la experiencia de displacer.

Entonces, ¿cómo podía explicarse el hecho de que el aparto psíquico tendiera al displacer?

¿Cómo ocurre que no triunfe el placer? Bueno, dice Freud, hay que recurrir a la experiencia analítica para poder resolver este enigma…

Claro, en los síntomas que los pacientes traen a la consulta está siempre esa misma pregunta: el síntoma es una pregunta sobre este más allá del placer. Porque tiene su lado satisfactorio, decía Freud, en tanto satisfacción sustitutiva de algo reprimido; pero también está el costado molesto del síntoma.

Esa faz displacentera del síntoma que en el mejor de los casos, se cree en él, se cree en que eso que le pasa mínimamente tiene un sentido, y decide analizarse y poder hacer algo con eso…