El Principio del Placer
En un primer momento de la obra de Freud, su teoría sobre el funcionamiento psíquico está regido fundamentalmente, por dos principios: el principio de placer y el principio de realidad.
Digamos que el aparato psíquico tiene por función evitar el displacer y asegurar el placer, ya que el displacer tiene que ver con un incremento de la tensión, y el placer está relacionado con la disminución de esas cantidades de excitación.
Las ideas de Gustave Fechner influenciaron en Freud respecto de este «funcionamiento económico» del aparato psíquico. Este psicólogo de fines de siglo XIX había elaborado una fórmula que establecía una relación entre la estimulación física y las sensaciones.
La noción de «principio de placer» en la obra freudiana no sufrió muchas variaciones; lo que llevó a Freud a replantearse algunas cuestiones fue más bien la relación que existía entre este concepto y otros de su teoría.
La primer problemática que apareció fue respecto de la cuestión económica de este principio: el placer y el displacer son solo traducciones cualitativas de modificaciones a nivel de cantidades? Y además, ¿qué relación hay entre ambos aspectos: calidad -cantidad?
En un primer momento Freud plantea respecto de estas preguntas, que había una equivalencia entre placer y reducción de excitación; y que había a la vez una relación entre le displacer y el aumento de tensión.
Pero esta hipótesis es harto imprecisa si tenemos en cuenta que en 1920 Freud escribe «Más allá del principio del placer», texto en el que señala que es conveniente diferenciar «sentimiento de tensión» de la noción de «displacer», ya que era evidente en la clínica que existían «tensiones placenteras».
Es así que Freud aborda una explicación en términos de sistemas: que lo que podría ser placentero para un sistema del aparato psíquico, podría ser displacentero para otro.
Esta discusión es retomada, a propósito del «yo», en su texto de 1926 «Inhibición, síntoma y angustia»
Otra cuestión en relación a este tema es la vinculación entre «placer» y «constancia»; es decir, si el principio del placer tiene que ver con el mantenimiento de un nivel de energía constante, o bien a una reducción a cero de las tensiones.
Si bien Freud respecto de este tema asimila el principio del placer al de constancia, en otros textos encontramos que el principio del placer es más bien opuesto al principio de constancia; esto es, porque el primero se relaciona a un flujo energético libre y el segundo a la ligazón de esa energía.
Es así que Freud llega a preguntarse si en realidad el principio de placer no estaría ligado a la pulsión de muerte.
Este problema muy debatido y con total actualidad del «más allá del principio del placer» tiene que ver con la existencia comprobada por Freud y verificada en la actualidad, es que existen fuerzas pulsionales que van más allá, trascienden el principio del placer; este ya no tiene que ver con una reducción a nada de tensión, sino que justamente hay un empuje a una satisfacción que tiene que ver con la pulsión de muerte; cuestión de lo que Lacan posteriormente extraerá su noción de goce.