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La «vida psíquica»

Publicado por Betina Ganim

Siguiendo con la reflexión de Freud acerca de la respuesta de Romain Roilland a su trabajo sobre la religión y su hipótesis de que es una ilusión, el yo del adulto, dice Freud, ha ido evolucionando.

Y en esta «evolución» (las comillas tienen toda su importancia en este caso, no son ingenuas) los estímulos provenientes del exterior tiene mucho que ver, así como también esas fuentes de placer provenientes de su propio cuerpo.

En relación al pecho materno, como primer objeto exterior estimulante, que le provee de sensaciones placenteras, se opone a su yo, como algo externo; y para obtener ese objeto se necesita de una acción, de una intención.

Un segundo estímulo tiene que ver con sensaciones displacenteras, que por el principio del placer, son abolidas. De esta manera surge la tendencia a la disociación del yo de aquello que provoca displacer.

Aun así, esos límites que plantea el yo placentero no podrán perdurar por siempre, dado que la experiencia lo vuelve a someter a tales sensaciones de displacer.

la vida pz

Sin embargo -aclara Freud- la mayoría del displacer generado no proviene del yo, sino de los objetos externos. De modo recíproco, muchas de las sensaciones displacenteras de los que el yo trata de desligarse, resultan indisociables del yo, porque proceden de fuentes internas.

Con todo, el hombre va adquiriendo la capacidad de discernir lo interior de lo exterior, mediante el «principio de realidad» que dominará todo el desarrollo posterior; de esta manera, se podrán evitar las sensaciones de displacer que se perciban amenazantes.

Ahora bien, en cuanto a la defensa contra sensaciones penosas internas, es lo que originará las diversas patologías.

De alguna manera, asevera Freud, en un principio es solo el yo, y luego se desprenderá el mundo externo. Por lo que el yo actual es nada más ni nada menos que el resto de algo que en principio era yo-mundo exterior, unidos íntimamente.

Si aceptamos que ese sentimiento yoico persiste, sería una contraposición en del yo del adulto; por lo que la representación ideativa correspondiente sería la «infinitud» y la común unión con el Todo.

Esto sería lo que Romain Rolland le llamó «sentimiento oceánico»… Y Freud se pregunta seguidamente ¿es posible que este sentimiento persista en el sujeto adulto? ¿Es posible que ese sentimiento primitivo perdure, si tenemos en cuenta su propia evolución, que precisamos anteriormente?

Sin dudas, dice Freud esto es posible tanto en la esfera animal como en el campo psíquico. En este último, lo primitivo y lo evolucionado van juntos, fenómeno que tiene que ver con una división en la evolución: por un lado, lo cuantitativo de una tendencia pulsional particular que queda exenta de modificación a pesar de cualquier evolución. Por otro lado, el desarrollo sigue su curso progresivo.

Por eso Freud aquí habla de lo erróneo de pensar de que el olvido implica la aniquilación del resto mnémico. Por el contrario, en la vida anímica nada de lo que se ha formado en un principio, desaparece. Sino que se mantiene de algún modo, y en ocasiones favorables, resurge, por ejemplo, por regresión, dirá Freud.

FREUD, S. «El malestar en la cultura»