Las etapas de la vida.
La vida no es un continuo reiterado de conductas y acontecimientos homogéneos. Por el contrario, es un devenir que atraviesa ciclos o periodos que se suceden unos a otros. Incluso aunque, desde el punto de vista del inconsciente, siempre esté presente la repetición.
El ser humano, en el mejor de los casos, va transitando ciclos vitales y acontecimientos que se transforman muchas veces en hitos, sitios de pasaje que nos permiten crecer y desarrollarnos.
En la Psicología del desarrollo se han caracterizado innumerables Estadios y Etapas, fundamentalmente elaboraciones referidas al desarrollo infantil. Así, Tanto Freud como Piaget, entre muchos otros, propusieron, cada uno desde su teorización, distintos estadios con características específicas que daban cuenta un desarrollo creciente, una mayor organización subjetiva, según Freud, y una evolución de las facultades cognitivas, en el caso de Piaget.
La Pubertad y Adolescencia, también son etapas de gran interés por parte de la psicología. Se considera un periodo vital de crisis, de cambios corporales, del despertar sexual posterior al periodo de latencia, de replanteos de origen y de confrontación con la parentalidad. Es una etapa de conflicto, desafíos, preguntas y limites, que requieren del sostén adecuado por parte del adulto.
Posteriormente en la adultez, se establece la crisis de la mediana edad, alrededor de los 40 años, y finalmente la Vejez o Tercera edad, con las características propias del último periodo de la vida.
La Maternidad y Paternidad, también son hitos significativos en la historia subjetiva. Pero en general poco se aborda respecto de las etapas que se suceden en la adultez.
Jung describe 4 etapas del Animus, que es el arquetipo de lo masculino presente en el inconsciente colectivo de la mujer. Para Jung todos tenemos presencia de lo masculino y lo femenino.
Mas allá de esta especificación, podríamos ampliar y contemplar estas fases como etapas de transición a lo lago de la vida.
La primera, se denomina fase o etapa de Hércules o El Atleta:
En esta fase la prioridad es la apariencia, la forma en que somos vistos por los demás. Es una etapa al modo de Narciso, que, como hemos descripto anteriormente admiraba constantemente su reflejo. Esta etapa, puede estar llena de criticas y exigencias hacia uno mismo, porque hay un gran monto de energía orientado al propio Self.
La segunda, se denomina la etapa de Apolo o El Guerrero:
Es una etapa en la que la realidad nos enfrenta a desafíos, y nos pone a prueba para enfrentarlos y superarnos. Es una etapa en la que la ilusión previa empieza a desmoronarse, y nos confronta con la responsabilidad que implica vivir y lograr aquello que deseamos.
Es una etapa que se caracteriza por la competencia, la valentía, y la redirección de ese monto de energía previamente orientado hacia uno mismo, hacia el entorno y el logro de objetivos.
La tercera, es la etapa del Sacerdote o la Declaración:
En esta etapa, todos los logros anteriores se revelan insuficientes, y se busca trascender los logros personales con el fin de lograr aportar positivamente a otros.
Los logros personales y materiales ya no tienen la relevancia de la etapa anterior, y el objetivo está en producir un cambio en otras personas, cooperando en lo que sea posible para ayudarlos.
En esta etapa, se entiende que la vida nos excede como individuos y la búsqueda esta orientada en esa dirección.
La cuarta y ultima etapa, es la de Hermes, o la Espiritualidad:
Esta etapa implica la Sabiduría, un paso mas en la trascendencia, de uno mismo y de lo material, para dar especial importancia a lo espiritual. Es esperable que en esta ultima etapa podamos dejar de lado logros y posesiones y tomar como prioridad los legados, discursos y aprendizajes recopilados durante toda la vida.
Estas conceptualizaciones ayudan a comprender que los ciclos vitales y fases se suceden confrontándonos con sucesos que implican un pasaje. Muchas veces estos pasajes no suceden, y lo que se produce es una prolongación de una misma etapa a lo largo del tiempo.
Esto ocurre, en general, por temor a pasar a la siguiente fase, ya que siempre implica perder algo, o por dificultades en la constitución subjetiva que lo impiden.