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Psicosis: esquizofrenia y semblante

Publicado por Betina Ganim

El de esquizofrenia es un diagnóstico psiquiátrico clásico, acuñado por Bleuler en 1911 (hay una referencia a su definición en este mismo blog) Un diagnóstico que sigue atravesando el discurso médico pero que también ha sido abordado por el psicoanálisis, en relación a la Psicosis como estructura clínica y a las dos modalidades heredadas de la psiquiatría clásica: la esquizofrenia y la paranoia.

Me gustó mucho lo que propone Néstor Yelatti en el Scilicet del VII Congreso de la AMP, en cuanto a la relación de la psicosis y el semblante.

¿Qué es el semblante? Podemos definirlo -rápida y para nada exhaustivamente- como una construcción simbólica e imaginaria, que causa efectos de verdad. Es por definición, opuesta a lo real (al goce que encierra el síntoma). El semblante genera la suposición de que hay algo ahí donde en realidad no lo hay, ocupando el lugar de una referencia que no existe. Y si esto es posible, es por su capacidad metafórica, es decir, por su capacidad de sustitución.

Así considerado el semblante en su función, hay que decir que en la psicosis, el semblante fracasa. ¿A qué se debe este fracaso del semblante en la esquizofrenia?

En las psicosis hay una Forclusión de un semblante fundamental: el del Nombre del Padre. Esto tiene como efecto, que no se constituya la metáfora paterna; no se sustituye el deseo materno, quedando el goce, de esta manera, impedido en su coordinación al falo.

La significación fálica es la referencia neurótica por excelencia, en tanto en la neurosis opera el Nombre del Padre en tanto ley. El falo designa así, como significante, los efectos del significado y permite lo que llamamos un “sentido común” si se quiere. Metáfora. Esto lo podemos ilustrar con el efecto del chiste. Si todos nos reímos es porque hay una significación compartida y tiene que ver con el falo. El efecto es metafórico, el éxito de la metáfora.

Lacan hace de la fórmula de la Metáfora Paterna al mismo tiempo que una matematización del Edipo, del Complejo de Castración y de la significación fálica, y con ello, la diferenciación entre neurosis y psicosis.

En el sujeto psicótico, al faltar el Nombre del Padre, al estar ese significante especial forcluido de la estructura aparece lo que en la clínica se verifica (entre otros «fenómenos») en la deriva del sentido, ya que el sujeto no cuenta con la referencia fálica. Porque falta ese significante que abrocha, un “punto de almohadillado” entre significante y significado.

Esto tiene sus consecuencias por ejemplo en el uso del lenguaje en la esquizofrenia. Los trastornos del lenguaje que existen en los esquizofrénicos dan cuenta de esta falla estructural que impide el uso consensuado (fálico) de una lengua común que está regida por las leyes del lenguaje.

Freud, en su texto “Lo inconsciente” dice que el esquizofrénico habla de una manera “rebuscada”, “amanerada”, que se caracteriza por una desorganización sintáctica que no permite comprender lo dicho por el sujeto. Uno de los ejemplos freudianos de esta cuestión es el caso de una chica que se pelea con su novio, diciendo “Los ojos no están derechos, están torcidos”. Una frase incomprensible, a la que la paciente agrega algo aún más incomprensible, mezclando los sujetos de la oración, no se sabe de quien habla, si de ella, de él… pero suena “impersonal”.

Lo que nos enseña la psicosis esquizofrénica es ese fracaso de la metáfora paterna. Este fracaso tiene como consecuencia la ausencia metafórica del lenguaje, ese componente propio del lenguaje que conocemos como “metáfora”. Está ausente la posibilidad de sustitución y de creación de sentido.

Hay en la esquizofrenia entonces, esa incapacidad de simbolizar –otro modo de decir esa ausencia de efectos de metáfora. Un fracaso en el semblante.