Origen del Estrés
Si quieres manejar el estrés, cambia tu vida de una vez
La persona apurada e impaciente se ha acostumbrado a vivir con estrés, ha adquirido un condicionamiento, un hábito y ha convertido su forma de vida en adicción, es adicto a la velocidad, a los resultados rápidos, a las tareas terminadas, a los compromisos cumplidos y a los problemas resueltos; perdiéndose como consecuencia la vivencia de todos los procesos.
Necesita la adrenalina y esta permanente actitud genera tensión a su alrededor, porque obliga a los demás a imitar su ritmo alocado y a bailar al compás de su música.
Este tipo de persona se adelanta, atropella, piensa y habla rápido y pretende lo mismo de los otros que apenas tienen oportunidad de llegar a entenderlo.
Posee una cosmovisión del todo o nada porque en su estructura mental no pueden existir los términos medios ni los grises.
Es un ganador, cree que además de más rápido es más inteligente, más sagaz, más lúcido, y esa imagen que tiene de si mismo lo obliga a seguir sobresaliendo entre la mayoría, porque no puede soportar la monotonía de una vida tranquila, ni la posibilidad del fracaso.
Es un luchador, una especie de gladiador que principalmente lucha consigo mismo, con su propia conciencia que se le revela sin piedad provocándole ataques de pánico.
En las sociedades modernas, la necesidad de destacarse exige cumplir las reglas del mercado, aunque internamente uno no esté de acuerdo con ellas. Consiste en vivir en perpetua contradicción con uno mismo, hacer lo que se vende en lugar de lo que a uno le gusta.
Los creativos hacen lo que les gusta pero si quieren ser reconocidos y exitosos tienen que insertarse en una maquinaria infernal que se apodera de sus propias almas y que transforma irremediablemente toda grandeza en mediocridad.
Una vez subidos en ese tren es difícil bajar, porque no para nunca y para funcionar se alimenta con vidas humanas que se pierden en una carrera permanente sin sentido propio.
En la vida moderna todo es efímero, transitorio, fugaz, nada dura más de lo que lleva atraer a la masa, porque ni bien desciende el nivel de venta, la demanda, o el interés de la mayoría, todo se acaba y también se hunden los sueños de grandeza de muchos.
Para poder parar hay que cambiar, bajarse del tren, empezar de nuevo, ver la realidad de otra manera y darse cuenta que hay otra forma de vivir más real y placentera.
El que trata de superar su propio record se pierde la vida de los hijos que apenas llega a conocer, porque sólo se preocupa de pagar sus gastos para tener la conciencia tranquila. Destruye su matrimonio, porque gasta todas sus energías y tiempo en su trabajo y sólo le queda para su familia el cansancio.
La persona con estrés es el candidato preferido de las enfermedades coronarias, los infartos, las anginas de pecho, los accidentes cerebro vasculares y también de la depresión, porque el que huye para adelante y se sumerge en un mar de actividades desenfrenadas, está huyendo de si mismo y de la misma vida que para él no tiene sentido si no corre.
Un cuento para pensar
Un sendero de flores borró las huellas del ataúd arrojado al mar desde la cubierta de un barco de lujo, que comenzó a hundirse lentamente en la inmensidad del océano, con alguien que deseó en vida mantener el perfil alto.
Solamente cuando se deja de pertenecer a este mundo es cuando una persona se puede definir quien ha sido, cuando está muerto; y descansar en el agua, como lo hicieron antiguos héroes de lejanas epopeyas, es como volver de la gloria al útero materno.
Se llamaba José y había cumplido 50 años. Diez años antes, sus tarjetas de crédito en el bolsillo de su camisa lo habían salvado milagrosamente de una bala en un asalto, y como no era su momento, dejó este mundo ayer, como corresponde a un hombre destacado, en la cama de su camarote de primera clase, en un crucero.
Fue un triunfador para la sociedad, porque vivió para trabajar y se hizo rico, pero su propia vida no fue un éxito, porque lo abandonó su mujer que se llevó a sus hijos.
Se fue como vivió, espectacularmente, de un ataque al corazón, mientras hacía el amor con su secretaria.