El Abandono
El abandono es el mayor y más devastador miedo de los niños, principalmente por el hecho de que la seguridad es una necesidad básica para ellos.
Hay distintas formas de abandono, ya que no se trata únicamente del acto de dejar a una criatura desamparada en un umbral al nacer, sino que también significan experiencias traumáticas de abandono circunstanciales durante la niñez.
Los niños pequeños pueden vivir como un abandono la ausencia de sus madres cuando van a trabajar y se sienten culpables de dejarlos al cuidado de personas sustitutas o en guarderías, porque esos niños perciben esa emoción como señales aunque sean pequeños que les hacen vivir esa experiencia como un abandono.
Una madre que decide comenzar a trabajar o continuar trabajando después de tener un hijo tiene que tener la absoluta convicción de que está haciendo lo correcto, porque en esa misma forma lo vivirá su hijo.
Los enojos son percibidos por los niños como el retiro del afecto porque no pueden distinguir que se trata de dos emociones diferentes y no pueden disociar el estado de ánimo de su madre del amor que se sienten.
Además, es fundamental entender que el abandono no solo se produce en un contexto físico, sino también emocional. Un niño puede sentirse abandonado cuando sus necesidades emocionales no son atendidas, cuando se siente ignorado, cuando no se le da importancia a sus sentimientos o cuando se le critica constantemente. Este tipo de abandono emocional puede tener un impacto igual de devastador que el abandono físico.
Los niños pequeños, cuando no ven a su madre piensan que no volverá más, porque viven en un permanente presente.
La presencia de la madre es muy importante, por lo menos hasta los ocho meses, que es cuando un niño puede reconocer que ella es alguien separado de él, se puede distinguir como persona individual y diferenciar a su madre de otras personas.
Es en ese momento también cuando recién cobra efectivamente importancia la figura del padre.
Según Freud, las situaciones de amenaza o peligro pueden ocasionar en el niño, miedo al abandono y a la pérdida. Sin embargo, es inevitable tener experiencias displacenteras a lo largo de la vida, que en si mismas no tienen tanta importancia como la intensidad del temor o ansiedad que susciten.
Además, el miedo a la separación es la primera defensa frente al abandono, que si no se resuelve satisfactoriamente se puede trasladar a objetos diferentes como animales o distintos objetos.
El miedo es una emoción instintiva innata que nos protege de situaciones peligrosas reales o imaginarias.
Estos miedos se pueden presentar ante estímulos desacostumbrados o violentos, o bien a la falta de estímulos, como por ejemplo la oscuridad, o a lo desconocido o potencialmente amenazante como las alturas, un animal salvaje o estar solo.
Según René Spitz, hasta el año de vida un niño reacciona con llanto cuando se siente desamparado. Si un niño pequeño no tiene contención afectiva al nacer o mientras es pequeño, aunque se le brinden todos los cuidados y se lo alimente, puede negarse a comer y morir en poco tiempo.
Cualquier experiencia de violencia hogareña, conflicto entre los padres o ausencias prolongadas, puede desencadenar en un niño pequeño un sentimiento de miedo al desamparo y al abandono.
La experiencia temprana de abandono genera ansiedad y miedo por sentirse indefenso y preocupado por la amenaza de la pérdida. Este trauma lo hace sentir vulnerable psicológicamente y le provoca ansiedad por la separación.
Hay niños más vulnerables que otros a los efectos del sentimiento de abandono, que llega a provocar trastornos en el aprendizaje y producir dependencia de los padres.
Acontecimientos como el divorcio u otros traumas provocados por pérdidas, enfermedades, intervenciones quirúrgicas, muerte de personas cercanas, abusos sexuales, accidentes, etc., pueden reactivar en otras etapas críticas la ansiedad de separación.
Este tipo de ansiedad puede transformarse en sentimiento de inferioridad, hipersensibilidad, timidez, depresión, dificultades de relación, desequilibrios emocionales, etc.
El placer y el displacer son igualmente importantes para el desarrollo satisfactorio de un niño, el problema es el monto de cada uno.
Es importante destacar que el abandono puede ser superado con el apoyo adecuado. La terapia psicológica puede ser una herramienta valiosa para ayudar a los niños a procesar sus sentimientos de abandono y a desarrollar habilidades de afrontamiento saludables. Además, el amor y el apoyo de los cuidadores pueden ser fundamentales para ayudar a los niños a superar sus miedos y a desarrollar una autoestima saludable.
Fuente: “El primer año de vida del niño”, René Spitz, Ed. Fondo de Cultura Económica.