Amor a Medida
A veces creemos estar profundamente enamorados pero después de un tiempo nos damos cuenta que no es cierto.
Se puede fingir amor para no quedarse solo, aferrándose a la primera persona que se tiene oportunidad de conocer y convencerse hasta los huesos que es justo para uno.
Hay gente que busca desesperadamente a alguien y cuando cree encontrarlo comienza a alucinar convirtiendo la relación más en un producto de su imaginación que en un hecho real.
Otros no pueden renunciar nunca a su imagen idealizada de pareja y tratan inútilmente de cambiar las características del otro para ajustarla a los parámetros de perfección que anhelan.
Pocos son los que se atreven a conocer a las personas tal cual son antes de comprometerse con un vínculo que pretende ser estable.
Aunque estoy convencida que las personas pueden conocerse bastante bien con sólo tratarlas una sola vez, si es que realmente se ha aprendido a ver lo esencial; en un primer momento todos tienden a ocultarse detrás de sus máscaras para relacionarse; y sólo cuando comienza a despejarse el velo de las apariencias se pueden apreciar sus verdaderos valores.
Muchos pueden ser los motivos que tiene la gente para relacionarse como pareja y no siempre las razones de ambos son coincidentes.
Sentirse amado y deseado es la motivación más común, aunque no siempre sea la más importante.
Tener a alguien al lado también es una cuestión de status social, aleja el fantasma de la soledad y el sentimiento de baja autoestima que genera el parecer alguien sin valor o cualidades para merecer el interés de otro.
Tener pareja, novio, amigo, o alguien como acompañante asiduo, nos permite cumplir las expectativas de rol que existen en la sociedad para personas que están solas y que supuestamente anhelan compañía; y esas personas pueden ser consideradas seres que esperan completarse encontrando su otra mitad.
Tuve una vez una paciente que perdió a su marido, fallecido debido a un ataque cardíaco a los 53 años.
Era una pareja de profesionales que ejercían la misma profesión y que no tenían hijos.
Ella había tenido un primer matrimonio durante once años, pero se había quedado viuda debido a un fatal accidente, casándose por segunda vez al poco tiempo.
Al producirse su segunda viudez, poco después del entierro de su marido, me pidió una entrevista para contarme su idea de buscar otra pareja, porque no podía considerar la idea de estar sola.
Había bajado más de veinte kilos por el disgusto y parecía una muchacha mucho más joven de lo que era.
Le pedí que esperara un poco, que esta podía ser una experiencia valiosa para ella, representando el desafío de enfrentar lo que más temía, el fantasma de la soledad.
Sin embargo, fiel a su propósito y haciendo oídos sordos a mi recomendación, de inmediato, comenzó a frecuentar, aún de mala gana, lugares donde se reúnen solos y solas.
En realidad era una persona que no le gustaba salir de noche ni andar circulando de un lado a otro con esas intenciones, porque tenía hábitos caseros y le gustaba la vida hogareña y tranquila, sin embargo se obligaba a concurrir a cuantas invitaciones recibía de ese tipo aunque no tuviera muchas ganas.
De todas esas experiencias no pudo sacar ningún provecho, sin embargo, un compañero nuevo de oficina, que no había tenido en cuenta porque era más joven, la invitó a salir al poco tiempo y así comenzaron una relación de tipo estable.
De esto ya pasaron algunos años. Hace bastante tiempo que viven juntos en el departamento de ella y hasta ahora aparentemente se llevan bien.
Aunque lo de ellos no es de ninguna manera un amor apasionado, parecen ser dos personas que se respetan y que tienen intereses y gustos afines.
Compraron un auto nuevo y un perro de raza que cuidan como a un niño. Los dos trabajan y salen juntos a todos lados.
Sin duda es una mujer que sabe lo que quiere y que sólo está segura de una sola cosa, que a cualquier precio, en esta vida nunca estará sola.