La Convivencia en Pareja
Sabemos que no es fácil convivir con alguien, cualquiera sea la relación que nos una, con mayor razón la convivencia en pareja puede resultar aún más compleja.
Cada día en mayor proporción, las parejas jóvenes se separan, incluso no contraen matrimonio porque saben lo difícil que es convivir y temen perder con ese compromiso para toda la vida, el amoroso vínculo que los une.
¿Por qué se puede deteriorar la relación con la convivencia? ¿Quién es responsable si es que los hay?, ¿o se trata simplemente de la actitud cómoda, individualista y hedonista, propia de esta época; de inconstancia, o de discapacidad para enfrentar el compromiso afectivo con profundidad?
Como todo lo demás en este mundo, las relaciones de pareja también se han tornado inestables, superficiales, breves, sólo para satisfacer necesidades inmediatas que no resisten el paso del tiempo.
Sin embargo, permanecer unidos mucho tiempo y establecer vínculos verdaderos con una pareja, todavía es posible.
Vivir en pareja es una elección de vida, una decisión que implica considerar al otro como familia.
Se puede aprender a lograr una pareja bien avenida y lo primero y principal es aceptar al otro tal cual es y no tratar de cambiarlo.
Los problemas más difíciles se deben principalmente a la falta de comunicación, porque la mayoría de las cosas se resuelven hablando normalmente, sin gritarse ni insultarse, manteniendo la calma y la firmeza de las propias convicciones.
A veces el otro tiene que adivinar cuál fue la ofensa que desencadenó el conflicto porque supuestamente las expectativas sobre su conducta eran según la imagen mental elaborada por el ofendido.
Cada persona tiene una forma diferente de expresar el afecto, que su pareja debe identificar; porque no todos lo demuestran con besos y caricias o palabras bonitas.
Evitar los conflictos es imposible, pero si se puede aprender a aceptar que se puede vivir y ser feliz teniendo diferencias, porque permanecer en el conflicto y no buscar soluciones lleva a sembrar dudas sobre el amor.
Muchas veces, si se logra tomar distancia de las emociones involucradas, y se puede pensar racionalmente abandonando los gestos de enfado y buscando el diálogo; se puede pasar a otro nivel en la vida de pareja que permitirá alejar temores y mejorar la comunicación.
En toda relación es importante estar plenamente consciente de nuestros estados de ánimo cotidianos con respecto a la pareja, ya que no es lo mismo sentir temor a ser abandonado que recordar antiguas experiencias de rupturas traumáticas, o tener baja la autoestima y despreciarse.
Las personas necesitan tener espacio propio cuando están en pareja y no es posible pretender tener siempre el mismo programa para los dos.
La dependencia emocional hace que una persona sea absorbente. Cada uno tiene que tener sus propios intereses por separado además de los comunes, y el tiempo libre necesario para desarrollarlos.
Mientras tanto, el otro hará lo suyo, o sea podrá dedicarse a algo que le guste y aceptar hacerlo sin compañía.
Lo mejor es hablar y saber escuchar y evitar adivinar lo que el otro está pensando o está queriendo decir entre líneas, con una mirada, un gesto o una conducta.
Es imposible saber lo que el otro piensa si no lo dice, pero lo que es seguro es que nunca pensará lo mismo.
Por lo tanto, es más saludable prestar atención a las palabras y no a los gestos, ya que éstos pueden ser ambiguos y pueden tener distintas interpretaciones.
Demostrar las emociones con expresiones visibles de cariño en todo ámbito y no sólo en la intimidad es importante, pero no todos pueden hacerlo.
El tiempo es una parte del amor, se necesita tiempo para conocer a alguien y tiempo para llegar a quererlo, y este proceso no se puede acelerar.
No se puede tener una relación en un día ni tampoco al día siguiente, porque para saber cómo es alguien es necesario tratarlo, tener la oportunidad de conocer sus valores, su forma de pensar, una idea de cuáles son sus proyectos y la capacidad que tiene de mantener un compromiso.
La pareja ideal no existe, pero se aproxima aquella que estimula al otro a ser quien realmente es.