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Música en el Subte

Publicado por Malena

Música en el subte de washington

El periódico The Washington Post, el mayor y más antiguo diario de Washington D.C., capital de los Estados Unidos, organizó una experiencia insólita en una muy frecuentada estación del subte de esa ciudad.

El joven que se prestó para realizarla, a las ocho de una fría mañana de invierno de enero pasado, eligió un lugar estratégico por donde pasaban los miles de transeúntes y tratando de evitar que lo atropellaran sacó su violín del estuche y comenzó a interpretar a Bach con mucho entusiasmo.

Este joven no era un vulgar desconocido sino el eximio violinista Joshua Bell, que pocas semanas después recibiría el premio al mejor músico clásico de los Estados Unidos y uno de los mejores violinistas del mundo. Su instrumento tampoco no era común sino un genuino Stradivarius de 1710, valuado en más de tres millones de dólares y las piezas que ejecutaba no eran sencillas sino que habían sido elegidas de un selecto repertorio.

Para contener la multitud que supuestamente se congregaría, se habían organizado varias estrategias pero no hubo necesidad de implementarlas porque la muchedumbre apenas le deslizaba una mirada furtiva, la mayoría no reparaba en él y sólo llegó a recaudar 32.17 dólares durante los cuarenta y cinco minutos que duró el experimento.

El objetivo de esta singular experiencia era conocer la reacción que tendría la gente frente a una música maravillosamente interpretada pero fuera de contexto y en un momento inconveniente, cuando la mayoría tenía prisa.

Pasaron frente a él 1097 personas sin reconocerlo y sólo siete de ellas se detuvieron.

Este resultado, una vez conocido, conmovió al mundo, al tomar conciencia de la dificultad que tiene la gran mayoría de percibir la belleza permaneciendo insensible frente a la oportunidad única de tan increíble regalo para los oídos.

Si la gente no puede discriminar lo bello de lo vulgar porque está apurada, con el tiempo justo, urgida en llegar para continuar una rutina diaria y no es capaz de experimentar algo diferente, es posible que estemos conviertiéndonos en verdaderos zombis.

Muchos transitan por las calles enchufados en sus aparatos de música y ni siquiera escuchan lo imprescindible para no sufrir accidentes. Otros, tal vez encerrados en sus propios pensamientos sin permitirse la posibilidad de vivir cosas nuevas.

No tenemos tiempo para parar y ver a nuestro alrededor, y también hemos perdido nuestra capacidad de asombro, como si ya no hubiera más nada por conocer.

La mayoría de los que se interesaron en el genial artista fueron los niños que circulaban con sus padres, quienes los apremiaban para continuar la marcha.

La gente actualmente pretende centrarse en el presente, una actitud generalizada basada en actuar en función a los deseos, y es verdad, se centran en su propio ombligo sin tener en cuenta que la vida trasciende la propia persona.

Ocurren cosas importantes más allá de nuestra epidermis que nos las estamos perdiendo por creer que lo mejor es lo que ya conocemos o proyectamos para nuestro futuro.