No te dejes arrastrar
Como si del flautista de Hamelín se tratara, con frecuencia nos sorprendemos al ver cómo los jóvenes siguen ciegamente las tendencias sólo por el hecho de que todo el mundo lo hace. Éste es simplemente un ejemplo de cómo a veces la multitud se convierte en poseedora de la verdad sin necesidad de demostrarlo o de razonarlo. Se crea un sentimineto de pertenencia que desemboca en el efecto Bandwagon o de arrastre. Es posible sacar un gran provecho de este efecto en cualquier ámbito de la vida o la sociedad. Son numerosos los que simplemente apuestan a caballo ganador.
La política es una parcela propicia para aprovechar este efecto en la captación de votos. Hay personas que votan a un determinado partido porque perciben que será el más votado, el que ganará las elecciones, independientemente de los principios de sus ideales, de su programa electoral.
La publicidad es otro sector en el que la utilidad de este efecto es inapelable. Si asumimos como certero y correcto aquello que hace, compra, o utiliza la mayoría, casi aseguramos el éxito de una campaña que logra transmitir esa idea. Además, teniendo un conocimiento profundo del público destino, los publicistas diseñarán sus estrategias de una forma precisa y eficaz.
La religión actúa como otro ejemplo de la importancia de atraer seguidores para multiplicarlos. En el extremo negativo, nos encontramos con el engaño del que se sirven las sectas para engatusar a personas con una personalidad maleable, altamente influenciable o con problemas de autoestima.
Cuantas más personas consuman drogas, más se normalizará este comportamiento, y más consumo habrá. Se frotan las manos los narcotraficantes cuando esperan a los jóvenes en las puertas de los institutos. Además, pactarán (previo pago) con aquellos sujetos que ellos consideren que pueden ejercer cierta influencia sobre el resto para que les hablen y les convenzan de lo bien que se pasa consumiendo droga.
Si te fijas en la indumentaria de la gente por la calle, pronto advertirás algún estilismo que favorece más bien poco a quien lo lleva puesto pero que, como en teoría, está de moda, pues ese es un motivo que justifica que parezcas paticorto con esos pantalones de dudosa capacidad favorecedora. La moda es un campo abonado a este efecto.
Afortunadamente, cuando las personas se percatan de que, en realidad, el tipo de acto en cuestión no encaja con su personalidad o expectativas, entonces las disonancias que se crean conducen a un abandono de este comportamiento gregario. Averiguado el punto débil, es ahí donde podemos intervenir para prevenir. No seamos borregos que siguen al rebaño y no dejemos que las nuevas generaciones lo sean. Mantengamos a raya nuestro cerebro animal. Ayudemos a crear una sociedad con criterio propio, justa y que fundamente sus actos en creencias razonables.
Cuanto más comprendamos al ser humano, sus conductas, sus ideas, sus creencias, más podremos ayudarle a conseguir un bienestar suficiente para vivir la vida con un cierto grado de felicidad estable. Por tanto, démosle a este efecto una utilidad positiva, enriquecedora, destinada a hacer el bien. Colaboremos para que las personas se comporten bajo valores que defiendan la libertad, la tolerancia, la justicia o la solidaridad. Prediquemos con el ejemplo para que nuestros jóvenes se suban a nuestro carro con conocimiento de causa, formación, o independencia. Siguiendo la estela del efecto Bandwagon, cuantos más seamos, mejor.