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Preocupación por el futuro: ¿cómo aliviarla?

Publicado por Lic. Maria V.

La preocupación por el futuro es, en cierta medida inevitable, y más aún en la situación actual, plagada de incertidumbre.

No todas las personas se preocupan con la misma intensidad. Las preocupaciones, como la palabra misma lo indica, implican un esfuerzo que se desarrolla previamente. La mente «se ocupa» antes de que el suceso acontezca.

Por lo general, las preocupaciones son intensas en casos en que se busca tener el control sobre la situación. Cuanto mayor control se quiere tener, tantas más preocupaciones aparecen; en un intento por controlar, saber, y desentramar situaciones futuras, por ejemplo, que son claramente inabarcables y a las cuales no podemos manejar.

Como hablamos muchas veces ya, la incertidumbre es una característica de la vida. Nunca podremos saber con seguridad qué es lo que va a pasar, y esto puede generar gran angustia y temor. Vivir es, en cierto punto, apostar sin certezas. Avanzar sabiendo que no tenemos garantías. Dar el paso aún así y que los resultados nos sorprendan.

Aliviar las preocupaciones no es algo que se pueda indicar masivamente. Tendremos que ver de qué preocupaciones se trata y en quién, para poder orientar el camino. Pero sí es importante saber que hay grados de preocupaciones.

Si estamos transitando una situación, como la actual, compleja y con múltiples variables, es esperable que algo de preocupación se desarrolle. Quien no la experimenta en absoluto podría, tal vez, estar negando la situación en cierta medida.

Las preocupaciones son un problema cuando impiden las actividades del sujeto. Cuando se transforman en una constante mental, en círculos viciosos de pensamiento que nunca cesan.

La preocupación es un problema cuando no motiva a la resolución del conflicto, no moviliza a la acción sino que queda reiterada en sí misma, inmovilizando y angustiando aún más a la persona.

En estos casos sería interesante una consulta psicológica, para poder trabajar en lo particular de la historia de ese sujeto esa preocupación y ayudarlo a resolverla.

En líneas generales, y si la presencia de preocupaciones no es tan intensa, podemos pensar en estrategias sencillas que podrían colaborar para aliviarla. Como dijimos, no existen recetas universales, de modo que no necesariamente vayan a producir alivio en todos los que las implementen, se trata de ir encontrando aquello que particularmente notes que te alivia.

Todas aquellas actividades que nos conectan con el presente, que nos ponen en acción, son potencialmente beneficiosas frente a estas preocupaciones o rumiaciones excesivas.

  • Hacer ejercicio físico o actividades que impliquen movimiento: salir a caminar, bailar, hacer deporte, yoga, entre otras.
  • Hacer actividades artísticas y creativas: escribir, pintar, dibujar, hacer manualidades, cocinar creativamente, entre muchas otras.
  • Meditar. A muchas personas esto les ayuda, pero lleva un tiempo de conocimiento y de entrenamiento en la técnica, no es mágico ni de un día para el otro. Hay personas a las que meditar no les ayuda, les genera incluso mayor ansiedad. Por eso es importante chequear qué es lo que te ayuda particularmente y qué no.
  • Estar en contacto con la naturaleza. En general escuchamos esto muy a menudo, y muchos pueden pensar que es un cliché, pero el contacto con la naturaleza verdaderamente permite corrernos del plano meramente mental y racional. Trabajar la tierra, hacer huerta o dedicarse a las plantas es una actividad sumamente terapéutica.

Como dijimos anteriormente, cada persona tendrá que buscar qué la ayuda particularmente. Estas actividades son orientativas, y sólo pueden ayudar en casos en que la preocupación no sea tan intensa. Lo que se recomienda en casos de mayor intensidad es una consulta psicológica.