Preocupación vs. Ocupación.
Es conocida la frase: «Preocúpate menos, ocúpate más». Pero, ¿Qué nos quiere decir realmente?
La preocupación, como la palabra misma lo indica mediante el prefijo «pre-» es anticiparse a la ocupación, a la acción. Implica un estado de tensión que anticipa algo que debería hacerse pero que, por diversas razones, no se ha llevado a cabo.
Preocuparse está directamente asociado a una acción algo debilitada. En el sentido de que, si bien hay situaciones de gravedad que justifican esta preocupación, cuando es frecuente o recurrente suele ser señal de algo que no se está resolviendo.
Suele preocuparnos aquello que se escapa de nuestro control, porque en estos casos la manera de decidir y ocuparse se dificulta por distintas razones. Ej.: si nos preocupa un tema de salud propio o de algún ser querido, esto tiene cierta justificación, porque una vez tomadas ciertas acciones necesarias: consultas médicas, seguir las indicaciones, etc. lo que ocurra no depende enteramente de nosotros.
Pero muchas veces, sino la mayoría, nos preocupamos por asuntos que fácilmente se resolverían mediante una decisión y una acción de nuestra parte. Sin embargo, a veces preferimos mantenernos en el estado de preocupación en lugar de pasar a la acción. Y aquí volvemos a un terreno del cual hemos hablado en muchas ocasiones anteriormente: La evitación, la postergación del acto. ¿Por qué evitamos o demoramos elegir, decidir y actuar?
Ocuparse, decidir, elegir, actuar implica siempre un riesgo y una responsabilidad. La acción y la elección nos brindan sensación de libertad pero muchas veces preferimos el estado de comodidad que evade las decisiones. Freud ya decía:
«La mayoría de las personas no quieren realmente la libertad, pues la libertad envuelve la responsabilidad, y la mayoría de las personas tienen miedo de la responsabilidad».
¿Qué nos dice esta frase? Que la acción implica un «hacerse cargo». Asumir esa elección, dar un paso en una dirección determinada y afrontar las consecuencias, cualquiera sean. Si lo pensamos desde esta perspectiva observamos cuánto más fácil es preocuparse, hablar del asunto pero sin hacer nada al respecto.
La preocupación camina el recorrido inverso de la acción, retrocede, nos mantiene en un lugar cómodo, pero generador de miedo, de estrés y ansiedad. Salir de ahí es el desafío, es asumir un riesgo, pero a la vez, hacer una apuesta por aliviar el padecimiento que a veces produce el no-hacer. Por lo general, esta posición también produce cierta satisfacción, y es por eso que cuesta abandonarla.
Asociado a esto podemos resaltar la frecuencia con la que la pasividad o la inacción se asocian a la ansiedad. El sedentarismo aumenta la preocupación precisamente porque hay menos acción en juego. En este contexto no es extraño que se creen círculos viciosos en donde la preocupación lleve a más preocupación, incrementándose y retroalimentándose cuanto más se demore la acción.
Es interesante reflexionar acerca de esta noción, porque muchas veces el término Ocupación nos recuerda a esas directivas de productividad constante, o a esos discursos que predicaban que manteniéndote ocupado se evitan los problemas. No es eso lo que se quiere expresar en este artículo. Hablamos de ocupación en el sentido de la acción necesaria para resolver tal o cual problema. Pero desde la Psicología bien sabemos que «manteniéndonos ocupados constantemente» muchas veces tapamos o evitamos resolver las cuestiones importantes.
Dicho esto se entiende que ni la ocupación constante y mecánica ni la inacción y la pasividad constantes son el camino propicio para resolver los problemas que se presentan. Cuando algo preocupa es importante evaluarlo y considerar qué acciones tenemos a disposición para resolverlo.