Hablamos anteriormente sobre el auto-boicot y sus diversas maneras de manifestarse. La procrastinación es, muchas veces, una de las más sutiles.
A veces asociamos las conductas autodestructivas con hacer algo activamente dañino contra nosotros mismos. Pero el no hacer también es una forma de auto-boicot según el contexto y la situación particular en la que se observe.
Pero, ¿Qué es la procrastinación? Buscaremos la definición más básica y general:
Como aquí mismo se expresa procrastinar implica «dejar para mañana lo que podría hacerse hoy» , y es un hábito que, con gran frecuencia, se constituye como auto-boicot en tanto impide resolver cuestiones que serían potencialmente beneficiosas o buscadas por el individuo.
El miedo y la pereza son los causantes de esta tendencia a dilatar la resolución. El miedo porque resolver implica avanzar y avanzar confronta con lo desconocido. Pereza porque cada acción relevante implica un esfuerzo, una movilización que es salirse en mayor o menor medida del estado de comodidad y placer, que muchas veces no se quiere abandonar.
El no-hacer suele constituirse como auto-boicot en períodos en los que sucede reiteradamente, instalándose justamente en situaciones cruciales para el progreso o desarrollo de algo importante para la persona en cuestión.
Es bueno por momentos poder relajarse y no sentir que se debe cumplir y resolver todo de inmediato. Y es importante aclarar esto porque puede transmitirse la idea de que la resolución constante es lo esperado, cuando no es así. Deberían poder alternarse momentos de actividad y resolución cuando estos sean necesarios con momentos de pasividad, de receptividad y relajación cuando se requiera.
La procrastinación es la aliada perfecta para la evitación. El no-hacer impide que sucedan otras cosas, que se cierren etapas y que se pase a otras instancias. Es la perpetuación del mismo estado de manera crónica.
Esta postergación es un lugar de comodidad y seguridad que muchas veces se mantiene por temor a la pérdida de estructura, por la inseguridad e incertidumbre que produce lo nuevo.
El terreno seguro es el de lo conocido, el letargo perpetúa ese terreno, imposibilitando la transformación. Pero, ¿Cómo distinguir entre la relajación y la procrastinación?
Muchas personas que son autoexigentes, ven en la postergación una forma de relajarse, de no tener que cumplir inmediatamente las demandas. Pero es una delgada línea entre esta flexibilidad y la procrastinación, que implica no resolver y atrasar constantemente las acciones importantes.
La procrastinación está al servicio también de las posiciones muy estructuradas porque implica en cierto modo no querer perder el control. Pasar a una nueva instancia es perder un poco el control y eso a veces no se tolera.
Esto está directamente vinculado al auto-boicot, porque la mayoría de los objetivos y deseos están, precisamente, por fuera de esa zona de confort o de la realidad ya conocida.
Reconocer el vínculo entre ambas cuestiones es importante ya que permite concientizar mecanismos inconscientes y posibilitar cambios.