La evitación como mecanismo de defensa.
La evitación es un mecanismo de defensa que es sumamente frecuente. Consiste, como su nombre lo indica, en evitar, dar la espalda o huir de los problemas o situaciones displacenteras.
Este mecanismo defensivo originalmente cumplía una función adaptativa. Los animales evitan aquello que podría ponerlos en peligro. Sin embargo, este mecanismo en los seres humanos se aplica ante situaciones en las que, en la mayoría de los casos, no hay un riesgo significativo.
La evitación se transforma entonces, en un medio para evadirse de la realidad, esquivar y perder contacto con aquello que se presenta. A veces en una conversación podemos notarlo, cuando la persona literalmente actúa desoyendo el tema en cuestión, cambiándolo o llevando adelante alguna tarea que le permita no tener que responder a eso.
En muchos otros contextos la evitación se pone en juego cuando frente a un problema, la persona parece no reaccionar y termina huyendo, sin poder ocuparse de la situación o haciendo toda una suerte de acciones paralelas pero que no resuelven el problema en cuestión.
De manera aún más clara se observa por ejemplo, en quienes acuerdan una cita y luego no concurren. Aquí es muy evidente porque la persona incluso está evitando la situación de decir que no quiere o no puede ir, simplemente para evadir un posible conflicto. Suele decir que si a todo lo que se le propone pero luego no puede cumplirlo.
La evitación puede manifestarse en estas cuestiones puntuales o puede tener un mayor alcance, llevando a la persona a encerrarse cada vez más, enmarcado en un cuadro de fobia, evitando encontrarse con otras personas o salir a la calle por temor a tener que enfrentar un peligro o problema.
El gran desafío de quienes frecuentemente se protegen mediante este mecanismo, es precisamente poder hacerse cargo y enfrentar los problemas que se presentan. Hay cierto concepto mágico en el inconsciente de esta modalidad que es creer que verdaderamente podemos vivir una realidad sin conflicto. Algo así como cuando éramos niños o niñas y cerrábamos los ojos creyendo no ser vistos. Por más que queramos evadirnos y escapar, eventualmente tendremos que enfrentarnos a algo problemático y displacentero.
La evitación como mecanismo suele además ganar cada vez más terreno. Cuanto más evitamos y nos alejamos, tenemos mayor sensación de vulnerabilidad, entonces más necesitamos seguir alejándonos. Así, muchas veces se crea un cerco o barrera entre la persona y la realidad que la rodea, habiendo cada vez mayor distancia e impidiéndole involucrarse y comprometerse con actividades y tareas de su vida.
Es complejo cuando una persona pone en juego este mecanismo con frecuencia en una relación porque no se puede trabajar en conjunto para resolver lo que se presenta. Una de las personas se exilia, entonces no hay posibilidad de discutir y acordar.
Trabajar esto en el marco de una terapia puede ayudar a que este mecanismo no se ponga en acción con tanta frecuencia y la persona pueda ir conectándose con los problemas de otro modo. Teniendo una participación más activa en lo que le sucede.