Estados de Ansiedad-La Hipocondría
La vida es un calvario para el enfermo imaginario
La fobia es un trastorno que se manifiesta como un miedo o aversión irracional a situaciones, objetos o conjunto de objetos, que llega al límite de paralizar a una persona y no permitirle desarrollar una vida normal.
Una fobia puede tener su raíz en una huella profunda del pasado, debida a una experiencia traumática que produjo temor y que frecuentemente se reprime o se olvida.
Esa circunstancia vivida como amenazante, se transfiere a otras situaciones similares en el presente, reviviendo el mismo proceso de ansiedad que suscitó esa antigua experiencia.
Las terapias cognitivas apelan al sentido común y a la razón mediante técnicas que enfrentan al paciente con sus miedos; para que puedan darse cuenta que sus pensamientos pueden engañarlos cuando le adjudican cualidades atemorizantes a situaciones inofensivas.
La hipocondría es el temor irracional a enfermarse, a estar enfermo y a morir, de modo que la vida de un hipocondríaco se reduce a rodar por los consultorios médicos, las salas de urgencias, y las guardias de los hospitales para asegurarse que cualquier sospecha o dolor que siente no sea una enfermedad incurable que exige inmediato tratamiento, para evitar la muerte.
El hipocondríaco quiere estar seguro de no estar enfermo y concurre al médico para recuperar su tranquilidad.
Para liberarse de esta fobia deberá aceptar que la seguridad no existe y que él, como todos los demás en este mundo, tendrá que aprender a vivir en la incertidumbre.
Lucy teme contraer cáncer de cerebro porque hace cinco años perdió a su padre debido a esta enfermedad, cuyo proceso, aunque rápido, la afectó seriamente. Siente dolores migratorios que circulan alternativamente por todo su cuerpo, principalmente en su cabeza, detrás de los ojos, donde presume tener un tumor.
John teme contagiarse con el virus del sida y le teme a la sangre y a los homosexuales que supone pueden contagiarlo con su sola presencia. Cree inclusive que él mismo ya está infectado aunque ya se ha hecho tres pruebas y han resultado negativas. Sin embargo se resiste a aceptar que está libre del virus y toma innumerables precauciones en su casa para no contagiar a su esposa y a sus hijos. Su vida es un infierno.
Susan teme a la picadura de insectos, sufrir un ataque alérgico y morir. Siente que se le cierra la garganta y no puede respirar, está convencida que tiene un serio problema coronario y no se atreve ni a correr ni a caminar demasiado. Vive encerrada en su casa.
Miriam hace cinco años que está en una silla de ruedas pero los médicos no logran detectarle ninguna afección orgánica.
La importancia que Miriam le asigna a la opinión ajena y la poca tolerancia a la crítica, baja su autoestima, y se ha convencido que cualquier intento que haga en la vida es inútil porque nadie cree en ella ni la acepta como es. Dejó de caminar y de avanzar en la vida.
Los cuatro participan de un tratamiento intensivo de terapia cognitiva, durante un fin de semana, dispuestos a intentar enfrentar sus miedos.
Lucy se da cuenta que quiere cargar con esos dolores porque profundamente se siente culpable de la enfermedad de su padre, por haberle provocado durante su adolescencia mucho estrés.
Le teme también a los analgésicos por miedo al shock alérgico, cuya probabilidad de que le ocurra a alguien en el mundo es de uno cada diez años, pero acepta finalmente tomarlos y comprueba que le resultan efectivos.
Logra tomar conciencia que puede dejar de pensar en su padre y dejarlo ir, y abandonar sus investigaciones sobre enfermedades terminales y la muerte, pero deberá seguir con su terapia.
John es conectado personalmente con un homosexual que hace 21 años que vive normalmente como portador del HIV, y confirma que el virus se contagia solamente a través de la sangre, información que él no tenía clara y que lo tranquiliza, lo ayuda a bajar su nivel de ansiedad y a controlar mejor su miedo al contagio.
Susan se enfrenta con un panal de abejas, debidamente protegida, y puede manipular los elementos de las colmenas. También se atreve a correr en la cinta y se sorprende de no sentir ningún síntoma de falla cardíaca ni ahogos.
Miriam supuestamente podría volver a caminar si aceptara que lo que realmente tiene es un ataque de ansiedad y no una parálisis orgánica.
Los cuatro logran resultados promisorios y aunque deberán continuar con la terapia, ya no hablan de sus enfermedades sino de su ansiedad, que es el verdadero problema.