El Miedo a Enfermarse o la Hipocondría
Malogra la calidad de vida, la hipocondría
La medicina preventiva es un gran avance de la ciencia pero desde el punto de vista psicológico obsesiona a la gente con las enfermedades, y con el afán de saber si su cuerpo funciona normalmente, provocando el colapso de la capacidad de los sistemas sanitarios.
Las personas mayores, que tienen menos ocupaciones, son las que se apoderan de todos los turnos médicos disponibles, quedándole pocas posibilidades de atención a breve plazo a personas que realmente lo necesitan.
Los médicos saben que estadísticamente la mayoría de los que acuden a sus consultorios no tienen enfermedades graves. Sólo presentan algunos trastornos funcionales que muchas veces se deben al estrés, sin embargo, todavía existen muchos médicos que no preguntan a los pacientes qué les está pasando y que sólo se limitan a extender una receta para despacharlo rápido.
Reconozco que para atender un enfermo, en las obras sociales los médicos no disponen más que de diez minutos, tiempo absolutamente insuficiente para una buena atención.
Sin embargo, si realmente fueran buenos médicos, además de enterarse de los síntomas que presentan, podrían demostrar un breve interés personal en la circunstancia existencial de sus pacientes, y en forma breve tratar de saber qué les está pasando, además de enterarse sólo de sus síntomas.
Dado que la tarea de un médico clínico de una obra social se limita en algunos casos, a tomar la presión, registrar datos en la ficha del paciente y hacer una receta, estimo que le sobrarían cinco minutos para mirarlo a la cara e interesarse en él como persona.
La pésima calidad de las prestaciones médicas a nivel humano lejos de disminuir el sufrimiento, aumenta la frustración y el malestar de los enfermos que ya no encuentran médicos clínicos en quien confiar y tienden a inclinarse a consultar otras formas de terapias alternativas que lo dejan más satisfecho.
La profusa difusión televisiva de programas relacionados con temas médicos, enfermedades, operaciones quirúrgicas, etc., predisponen a las personas a pensar que enfermarse es necesario.
El deseo de controlar cualquier variable convierte a una persona en obsesiva, dedicándose gran parte de la vida a evitar enfermarse a toda costa, excediéndose en las precauciones hasta el punto de vivir pendiente de eso.
El miedo a morir se convierte en miedo a vivir, a comer lo que le gusta, a viajar, a salir de noche, a manejar, a viajar en avión, a relacionarse sexualmente y a tener cualquier nueva experiencia y reducirse a una vida de pura rutina, porque es sólo la rutina lo que lo hace sentir seguro.
Como cualquier otra fobia, el obsesivo tiene que implementar conductas contrafóbicas, o sea, hacer todo lo que teme y observar las consecuencias.
Si se atreve a hacerlo, puede atenuar el efecto de la angustia mediante la técnica de la relajación y la programación.
La programación implica visualizar lo que se desea hacer que se teme, pero sintiéndose bien.
Enfermarse no es necesario, el cuerpo humano dispone de un sistema inmunológico con todos los medicamentos necesarios y libres de contraindicaciones para protegerse; y tiene la capacidad de vivir más de 120 años en buenas condiciones físicas y mentales, y morir naturalmente por desgaste, sin sufrimiento.
Las personas longevas han encontrado la paz interior, hacen lo que les gusta, no se quejan, son equilibradas, independientes, no se quedan en el conflicto y aprenden a tomar decisiones, no se exigen ni exigen a los demás, no se preocupan por las apariencias, no tienen nada que probar a nadie y además se entregan a la providencia y no viven a la defensiva creando una muralla a su alrededor.
Han aprendido a mirar, a aceptar que no son perfectos, a no oponer más resistencias, a rendirse y saber esperar con fe.
Recién cuando no tenemos miedo podemos ser libres.