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La felicidad

Publicado por Betina Ganim

En su ensayo «El malestar en la cultura», Freud habla del hombre común y su religión. Dice, la única que tendría que llevar este nombre.

Cita a Goethe, quien como otros poetas y sabios han hablado de la relación existente entre la ciencia, el arte y la religión.

El aforismo que elige Freud de Goethe, nos lleva por un lado a relacionar las dos grandes creaciones del hombre que son la ciencia y el arte, con la religión. Por otro lado, supone que esta última puede reemplazar aquellas dos primeras.

Freud propone otro camino para llegar a comprender este pensamiento del poeta.

La vida suele ser dura, nos enfrenta con situaciones terribles, padecimientos tal vez excesivos, desilusiones y decepciones varias, múltiples emprendimientos imposibles, etc…

la felicidad

Y para soportar esta vida, tenemos ciertos bálsamos, poderosas distracciones que reducen nuestra miseria; narcóticos, satisfacciones sustitutivas que la atenúan, hasta el punto de volvernos insensibles a semejante peso.

Remedios que se llegan a tornar indispensables.

Así, está el arte y los narcóticos que nos ayudan a enfrentar las miserias de la vida, pero no se reduce a eso. Freud propone hacer un análisis más amplio de la cuestión.

Entonces se pregunta ¿cuál es el objeto de la vida de los hombres? ¿qué pretenden de la vida? ¿qué quieren obtener de ella? Pues la felicidad.

El hombre común quiere ser feliz. Sin dudas.

Ahora bien, tal objetivo tiene dos caras: uno positivo, y otro negativo, nos dice Freud.

La faz positiva de tal pretensión tiene que ver con la evitación del displacer y de lo doloroso.

Por otro lado, se aspira a obtener todo tipo de sensaciones de placer, que en sentido estricto, esta segunda finalidad es la que más se vincula al término «felicidad».

Así, toda actividad humana -teniendo en cuenta este desdoblamiento del fin que se persigue- se desplegará en dos caminos, según sea el fin que se pretenda conseguir.

Hay que decir que el responsable de fijar tal objetivo es lo que conocemos como «principio del placer», que ya desde el origen del aparato psíquico, direcciona sus operaciones. Este, dice Freud, es un «programa» que entra en pugna con el mundo entero, de tal modo que no puede «realizarse» jamás; es más, Freud apuesta a que la «Creación» no contempla la posibilidad de la felicidad para el ser humano…

Que la felicidad es episódica -si la entendemos como el efecto de la satisfacción (momentánea) de una cantidad elevada de necesidades acumuladas que llegan a un nivel de tensión altísimo. Pero no persiste, esa felicidad se reduce a un «tibio bienestar», nos dice Freud. El ser humano está constitucionalmente limitado en esta cuestión.

No ocurre lo mismo con el dolor y el sufrimiento, que nos está permanentemente amenazando con atacar, ya sea desde nuestro propio cuerpo, sea desde el mundo externo, sea de los vínculos con los otros.

Es de esta última fuente, las relaciones con los otros, que sufrimos más que con cualquier otra cosa.

De a poco, vamos entrando al corazón del texto freudiano…

FUENTE: FREUD, S. «El malestar en la cultura»