Mantenerse joven, engañando al cuerpo
Es indudable la influencia que tiene el pensamiento sobre el cuerpo, cuando se puede controlar la mente, se aplican los beneficios de la visualización, de una actitud mental positiva, se tiene una buena motivación para vivir y con la fuerza de los deseos.
Esta capacidad de la mente de influenciar al cuerpo, puede ser utilizada para corregir sus funciones, rejuvenecer y aportar más armonía a todos los sistemas; porque es un poder que puede ser dirigido mediante la simulación de un estado de ánimo.
La risa, por ejemplo, produce el mismo efecto en el cuerpo ya sea cuando expresa alegría o regocijo como cuando sólo se simula, realizando el movimiento de los músculos faciales correspondientes.
Este movimiento del rostro ejerce una acción en el cerebro que estimula la producción de endorfinas, sustancia que produce el mismo resultado de una droga euforizante, o sea una sensación de satisfacción y de bienestar general.
Es decir, que sin una risa genuina se produce en el cuerpo el mismo efecto como si lo fuera, o sea que se puede engañar al cuerpo fingiendo el estado de ánimo propio de la risa.
Ocurre lo mismo cuando nos emocionamos con las escenas de la ficción, porque también las lágrimas que se derraman en esas circunstancias o el temor que pueden inspirar pueden afectar el cuerpo del mismo modo que si se tratara de situaciones reales.
Esta posibilidad nos permite inferir que también podemos aplicar este poder para estimular o equilibrar funciones.
Sabemos que con la edad, el cuerpo va perdiendo elasticidad, masa muscular y fuerza; consecuencia natural del normal proceso de envejecimiento.
El cambio de la forma de vida de los ancianos con respecto a muchos años atrás, está elevando la perspectiva de vida en los países desarrollados, a más de ochenta años.
Al evitar la vida sedentaria que usualmente tienen las personas mayores y continuar haciendo una vida activa y ordenada, realizando actividad física regular y cuidando la alimentación; el cuerpo, cuyas células también tienen inteligencia, entiende que aún es joven, adaptándose correctamente al estilo de vida que desarrolla esa persona y retardando su envejecimiento.
La función hace al órgano, es una frase que afirma una verdad que no se cuestiona, porque es un hecho real que cualquier parte del cuerpo que se deja de usar, se deteriora y deja de funcionar.
Las células del cuerpo tienen capacidad para vivir mucho tiempo, sin embargo luego de una cantidad de años, naturalmente ese poder va disminuyendo debido a distintos factores, entre los cuales tiene singular importancia la actitud que tiene para vivir cada persona.
A pesar de los adelantos científicos, aún no se sabe mucho con respecto al envejecimiento, ya que si se supiera lo suficiente, tal vez hoy ninguno de nosotros tendríamos que sufrir deterioros propio de la vejez, como la discapacidad, la falta de memoria, la pérdida de los sentidos como la vista y el oído, la falta de firmeza de la piel, etc.
Sin embargo, es posible engañar al cuerpo y tener una vejez más digna, porque el cuerpo recibe las señales de la mente y actúa en consecuencia.
No es necesario que una persona mayor vaya a un gimnasio y se esfuerce en realizar la actividad física que hace un joven; basta con realizar una rutina de ejercicios en casa para notar diferencias muy apreciables.
Una caminata diaria de media hora complementa el movimiento que se necesita para mantenerse ágil, fortalecer los músculos de las piernas y recuperar la seguridad en el andar y el equilibrio.
Los ejercicios de respiración profunda ayudan a llevar más oxígeno a todo el cuerpo mejorando su estado general, según la sabiduría yoga; y si sorprendemos al cuerpo con nuevos aprendizajes responderá adecuadamente, recuperando la destreza para incorporar conocimientos y su capacidad de memoria.
Las personas mayores pierden la motivación para aprender y ese es el mayor obstáculo. Creen que no pueden, que ya es tarde, que no vale la pena y se sientan a ver televisión esperando inconscientemente a la muerte; y es entonces cuando responde al llamado de los ancianos que se sienten viejos.
Si la decrepitud de la vejez fuera inevitable, todos los ancianos, sin excepción terminarían decrépitos; sin embargo existen vejeces dignas, viejos jóvenes y también jóvenes viejos.
La decrepitud es la respuesta del cuerpo a un estado de ánimo.