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El Discernimiento

Publicado por Malena

Discernir significa distinguir la diferencia entre los opuestos; como el bien y el mal, lo justo e injusto, lo importante y lo intrascendente, lo verdadero y lo falso, lo necesario y lo prescindible; lo honesto y lo deshonesto; o sea, ser capaz de actuar en función del propio juicio crítico.

Existen dos formas de tomar decisiones y de actuar, una es en función a las normas morales aprendidas; y otra forma es discernir uno mismo, atreverse a tener un juicio propio en función a la experiencia, al razonamiento y la propia forma de ver el mundo y de pensar.

Según como sea nuestro discernimiento será nuestra forma de tomar decisiones y lo que condicionará el rumbo de nuestras vidas.

Antes que nada somos un cuerpo, lo que nos obliga a discernir qué es lo más conveniente para él y actuar en consecuencia. El cuerpo nos acompañará toda la vida y en función a nuestra forma de utilizar su potencial y de cuidarlo podrá sernos útil para concretar nuestros proyectos.

Los seres humanos estamos motivados a la acción por nuestros deseos, pero saber distinguir entre los deseos destructivos y los constructivos no es fácil y exige usar la mente.

La capacidad de discernimiento es lo que nos permitirá actuar con moderación y no dejarnos llevar por el egoísmo, la codicia, la ambición desmedida o la envidia.

La forma de verse a sí mismo influye en el discernimiento, porque tener baja autoestima o creerse superior a los demás interfiere con la capacidad de discernir, afecta el crecimiento y el desarrollo, malogra las relaciones personales y laborales e impide oportunidades de trabajo.

El perfecto equilibrio es aceptarse como uno es, con el potencial y las limitaciones y tratando de aprovechar al máximo las capacidades.

La mente y el cuerpo tienen que estar en perfecta armonía, sin empeñarse en priorizar las motivaciones de la mente sobre las necesidades del cuerpo, o los deseos del cuerpo sobre lo que dice la mente.

El discernimiento obliga a ver totalidades, a tener una visión más amplia, modifica la conducta y conduce a experiencias satisfactorias.

El discernimiento nos lleva a reflexionar antes de actuar y a ser más conscientes de todo lo que hacemos.

Para aprender a discernir hay que dominar la mente, nuestros impulsos más arcaicos y nuestro temperamento básico; o sea a ser dueños de nosotros mismos.

Es necesario controlar nuestra intolerancia, impaciencia e ira; ser capaz de detenerse antes de actuar impulsivamente y considerar con serenidad los acontecimientos que suceden, porque el problema no es lo que pasa sino lo que hacemos con lo que nos pasa.

Es indispensable aportar claridad a la vida y no dejarse llevar por presiones o imposiciones, ni tampoco por supuestas obligaciones o exigencias, sabiendo diferenciar por sí mismo lo que corresponde a la propia competencia y lo que no nos concierne, distinguiendo lo importante de lo superfluo.

El discernimiento permite la tolerancia, incluso con quienes piensan diferente, no lleva a refugiarse en el fanatismo y ayuda a tener más respeto, escuchar y a no trabarse en discusiones estériles.

El discernimiento hace posible los proyectos y conduce a cumplirlos, creando la determinación necesaria para centrar todos los esfuerzos y la atención para alcanzarlos.