La Alegría
La alegría es el estado de regocijo interior que nos hace sentir vivos y equilibrados; es una excitación que produce placer y felicidad y es un sentimiento grato que nos obliga a ver el lado risueño y gracioso de las cosas. Es una emoción expansiva que se necesita expresar y compartir con los demás.
En estos tiempos, encontrar una persona alegre por nada, dispuesta a sonreír a la gente, a esparcir buena onda y a sembrar optimismo, no es cosa fácil, en un mundo donde proliferan las caras largas de tanta gente depresiva y amargada que se complace en quejarse de todo y que se pasa gran parte de la vida presagiando fracasos y catástrofes.
Pero, ¿qué es lo que realmente genera la alegría? ¿Cómo se puede cultivar esta emoción tan positiva y necesaria para nuestra vida? La alegría, a diferencia de otras emociones, no es una respuesta a un estímulo externo, sino que surge de nuestro interior. Es un estado de bienestar que se genera cuando nos sentimos en armonía con nosotros mismos y con el mundo que nos rodea.
La alegría puede surgir de pequeños detalles cotidianos, como un buen café por la mañana, una conversación agradable con un amigo, o la satisfacción de un trabajo bien hecho. También puede ser el resultado de logros más grandes, como alcanzar una meta personal o profesional. Pero lo más importante es que la alegría no depende de las circunstancias externas, sino de nuestra actitud y perspectiva ante la vida.
Sin embargo, puede ocurrir que entre esa masa doliente que no es capaz de ver el lado bueno que tienen todas las cosas, aparezca alguien como surgido de otra dimensión, que se atreva a ser optimista y positivo aún en los peores momentos.
Es en ese instante en que podemos reconciliarnos con la vida y comenzar a respirar el aire fresco de la esperanza, que es la que nos permite vislumbrar el horizonte impidiéndonos bajar los brazos.
La alegría se contagia y le devuelve a la gente el entusiasmo y las ganas de vivir, pero todavía hay tan pocos referentes que logran desplazar a los que nada esperan y que solo se quejan, que sigue venciendo la mala onda de la gente que vive aferrada al instinto de muerte.
La alegría también tiene un impacto positivo en nuestra salud física y mental. Diversos estudios han demostrado que las personas alegres tienen un sistema inmunológico más fuerte, son menos propensas a sufrir enfermedades cardíacas y tienen una mayor esperanza de vida. Además, la alegría mejora nuestra capacidad para manejar el estrés y nos ayuda a mantener una actitud positiva ante los desafíos de la vida.
Son demasiadas las cosas que hacen que la mayoría esté de mal humor, pero desde que el mundo existe han habido calamidades, principalmente por la conducta de los seres humanos; sin embargo también el hombre tiene la capacidad para estar alegres aún cuando sus circunstancias no sean las mejores; porque la alegría es una actitud, una predisposición a aceptar la realidad como es y entregarse a ella sin ponerse a la defensiva y necesariamente intentar cambiarla.
La queja no es privativa de los menesterosos, más bien predomina entre los que más tienen, que nunca están conformes y necesitan más cosas, creyendo erróneamente que teniéndolo todo podrán ser más felices.
La realidad se puede ver desde distintos ángulos y cada uno de ellos nos mostrará una cosa distinta. Si pudiéramos enfocar el aspecto verdadero que tienen todas las cosas, podríamos reírnos más seguido, principalmente de nosotros mismos cuando pretendemos aferrarnos a puras ilusiones que nos impiden pasarla bien y divertirnos.
La alegría no se agota aunque se malgaste, al contrario se convierte en una inagotable fuente de buen humor que contribuye a hacernos más felices, y en el mejor de los casos hasta puede llegar a convertirse en un hábito.
Profesionales dedicados al estudio de la salud emocional se reunieron en Helsinki (Finlandia) y en Buenos Aires, para debatir este tema en función a sus investigaciones, y llegaron a la conclusión de que cuanta más alegría se gasta más rápidamente aumenta el caudal de buenas ondas que repercute en los demás.
Este fenómeno se produce aún en contextos muy diferentes con condiciones culturales y económicas muy disímiles.
Estos resultados fueron sorprendentes porque cada equipo de trabajo investigó por su cuenta sin conocer el trabajo que hacía el otro.
Es importante distinguir entre la falsa alegría, que es la grotesca y del mal gusto, y la genuina, que es la espontánea, que es la que surge desde adentro con el solo propósito del buen vivir.
La alegría es como un puente fácil de atravesar, porque hasta el que se encuentra más deprimido puede cruzarlo y contagiarse y decidir en un solo instante cambiar su estado de ánimo y elegir ser una persona alegre para siempre.
La alegría libera para hacer cualquier cosa, nos permite volar con la imaginación e inventar cosas nuevas, atrae a la gente, abre puertas, disuelve rencores y resentimientos, permite olvidar las penas y minimizar las adversidades.
Hay poca alegría porque nadie se atreve a cultivarla y porque no tiene tanto prestigio como los dramas, porque los asuntos serios parecen ser en este mundo lo más importante.
Sin embargo, la alegría acelera los procesos de curación, cicatriza más rápido las heridas, mejora las relaciones, favorece los vínculos, nos hace felices y nos permite ver el lado bueno que tienen todas las cosas.