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Psicología y Glándulas

Publicado por Malena

Toda experiencia de estrés psicológico puede tener consecuencias en el sistema endócrino.

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La glándula tiroides, directora de orquesta del funcionamiento del cuerpo humano, expresa con desequilibrios las vivencias de abandono.

Clara es la segunda hija de un matrimonio bien avenido que nació hace dos años de parto normal. Sus padres son profesionales y ambos trabajan.

Su hermano, de 4 años, ha asistido a una guardería desde los 3 meses, por lo tanto, cuando Clara cumple esa edad, como su madre tiene que reintegrarse al trabajo, acude a la misma guardería para su debida atención y cuidado.

Permaneció en esa guardería alrededor de un año y medio y luego continuó encargándose de sus cuidados una niñera en el hogar de la familia.

Antes de cumplir los dos años Clara presenta síntomas que preocupan a sus padres. Transpira copiosamente durante la noche en forma exagerada y sus ojos están hinchados.

El médico clínico los deriva a endocrinología con la sospecha que se trata de un problema en el funcionamiento de la glándula tiroides.

Efectivamente Clara sufre de un desequilibrio severo tiroideo y es sometida al tratamiento adecuado en forma inmediata.

El especialista se sorprende que una niña tan pequeña presente esos síntomas ya que no es lo habitual.

Afortunadamente Clara responde bien al tratamiento y mejora notablemente sus síntomas, aunque deberá continuarlo por mucho tiempo.

Los niños son todos diferentes y responden en distinta forma a sus experiencias.

Hoy en día la regla es que casi todas las madres tengan que trabajar y forzosamente esa circunstancia obliga a buscar la solución más adecuada para el cuidado de sus hijos.

La mejor idea para reemplazar a una madre es encontrar a una madre sustituta eficiente e idónea, principalmente si este reemplazo debe hacerse en forma prematura como en el caso de Clara.

Recién a los 8 meses los niños están en condiciones de poder adaptarse normalmente a ser cuidado por otra persona que no sea la madre.

Spitz (1959) en su conocida investigación sobre el primer año de vida del niño, refiere las etapas de desarrollo infantil desde el nacimiento.

Aproximadamente hasta un máximo de 8 meses de vida el niño no logra la salida definitiva del espacio común madre hijo, etapa de no diferenciación entre él y el pecho materno, que constituye una barrera contra los estímulos.

El pecho es parte de él y es la primera relación de objeto amoroso que conservará toda la vida. Por lo tanto, durante este período que se extiende hasta los ocho meses, el bebé no logra reconocer la cara de su madre como objeto separado de él.

La gratificación principal del niño hasta los tres meses coincidió siempre con la presencia visual de la cara de su madre frente a él y el niño la acepta como una señal en razón de que satisface sus necesidades y elimina sus tensiones.

La separación gradual comenzará para ambos, tanto para la madre como para el niño cuando estén preparados para ello.

Spitz sostiene que la separación de la díada madre hijo prematura, si no es atendida adecuadamente por una eficaz sustituta puede provocar en un niño el rechazo del alimento, tristeza extrema y aún la muerte.

Spitz realizó sus investigaciones basadas en seguimientos realizados en instituciones para niños abandonados o huérfanos.