Pequeños tiranos: ¿Nacen o se hacen?
Aquí mando yo. Como lo que quiero, veo la tele cuando me apetece y lo que me apetece, cojo cualquier objeto que me atraiga sin importarme nada más que poseerlo, digo las cosas que me vienen en gana aun cuando pueda herir los sentimientos de alguien. Sí, disfruto de la máxima libertad. Soy un tirano, ¿y qué? Venga, haz un ejercicio de memoria. Seguro que conoces a algún niño de entre 5 y 12 años cuyo pensamiento acabas de leer.
Nos encantaría que todos los pequeños de mundo fueran deliciosos y encantadores. Seamos realistas, los niños tiranos existen. Y existen porque la paternidad y la maternidad, a veces, caminan desorientados por el sendero de la Educación tropezando más de dos veces en la misma piedra; de tal manera, que cuando aparecen rocas, colisionan frontalmente dejándoles sin conocimiento.
Así es como aparecen en escena niños caprichosos, consentidos, sin normas y sin límites, que imponen sus deseos ante unos padres incapaces e incapacitados para decir “NO”. Visionemos cómo serán esos niños en el futuro y las consecuencias que conllevarán para la sociedad. Probablemente, también conozcas algún caso de jóvenes o adultos que arrastran los efectos de la tiranía infantil. Su fin es, inexorablemente, la inadaptación a todos los niveles.
Con el objetivo de colaborar en la erradicación de esta especie, los expertos ofrecen algunas pautas básicas pre-tiranía:
- Una premisa elemental declara que el cariño hacia los niños debe tender al infinito. No pongamos límites al afecto ni reprimamos nuestros instintos en ese sentido.
- Es fundamental proponer unas normas básicas de disciplina desde la primera infancia para que los niños adquieran costumbres que se conviertan en hábitos pasado un tiempo.
- El niño debe aprender a autodominarse y a tolerar la frustración. Nos corresponde actuar con calma pero con determinación ante las rabietas o las conductas retadoras. En ocasiones, ignorar tales comportamientos suele surtir efecto aunque nos cause pudor cuando estamos en público. Créame, es más lamentable presenciar cómo los padres sucumben ante los espectáculos dignos de premios de cine de algunos niños.
- Elijamos estimular las conductas positivas y desincentivar las negativas. Para ello, tendremos que ser plenamente conocedores de los refuerzos positivos y negativos que serán más efectivos en cada caso particular.
- Los beneficios de incitar la curiosidad en un niño son innumerables. Desde darles la oportunidad de descubrir el placer de hacer cosas, a proporcionarles una visión amplia del mundo, lo que favorecerá la adquisición de valores como la solidaridad, la tolerancia o la empatía.
- Aunque en la actualidad no esté de moda, en realidad, no hay nada más innovador que educar bajo un modelo de ética razonando, enseñando a utilizar la capacidad crítica y explicando las consecuencias de la propia conducta en los demás y en uno mismo.
Si ya somos víctimas de la “opresión”, entonces las claves para atajar la situación pasan por:
- Instaurar la unión entre los padres. Es necesario arreglar las fisuras abiertas entre ellos. Deben actuar en bloque, sin divisiones, y así debe percibirlo el niño.
- Solicitar la intervención de un especialista que nos elabore la hoja de ruta y nos acompañe en la superación de etapas.
- Participar en sesiones orientativas y de apoyo con otras familias con similar problemática.
Nadie dijo que educar fuera fácil, es todo lo contrario. No obstante, es la tarea más fascinante de la vida. Si hemos decidido ser padres, ejerzamos, pues, una paternidad responsable.