Psicología
Inicio Psicología Social Compradores Compulsivos

Compradores Compulsivos

Publicado por Malena

Compradores compulsivos

Cuando sale algo nuevo, lo quiero

Agustina es compradora compulsiva, le gusta salir a ver vidrieras y cuando encuentra algo que le gusta, lo compra, aunque no lo necesite.

Adora atesorar cosas, se enamora de cualquier objeto que llame su atención y desea inmediatamente obtenerlo; y aunque vive sola en un departamento grande, ya no tiene más lugar en los placares.

Se dice a si misma que compra para regalar en caso de un cumpleaños imprevisto, para usar el año que viene, para tenerlo, para darse el gusto, y se pregunta por qué no comprar todo lo que quiere, porque entonces para qué vive?

Es cierto, ella vive para comprar, ese es su objetivo en la vida; y fuera de eso, no hay nada, porque sólo puede incorporar a su identidad todo lo que guarda sin usar, cuando es suyo.

Tiene buenos ingresos pero ese modo de pensar la deja casi sin plata para comer, ni para una emergencia, ni para recreación alguna que no sea salir a comprar alguna cosa.

Pero no necesita salir para comprar porque compra también por televisión y por internet.

Le encantan las novedades que le proponen los anunciantes y casi no se pierde ninguna oportunidad. Claro que después no se acuerda que las tiene pero mientras tanto tuvo el placer de darse el gusto; aunque se de cuenta claramente que su placer termina cuando cerró la puerta después de recibir la mercancía.

Porque es así, su entusiasmo por las cosas que compra se desvanece como por encanto ni bien lo tiene, sin embargo continúa su ritual casi todos los días de su vida.

Esto nos obliga a pensar en un valor en desuso y perdido en la actualidad que es la austeridad, que es una mala palabra para el marketing que vive gracias a tantos compradores compulsivos que caen en sus trampas.

El diccionario nos dice que la austeridad es la mortificación de los sentidos y las pasiones y también se define como austero a alguien rígido y severo que hace una vida de penitencia.

Este tema me recuerda la anécdota de Diógenes de Sinope, filósofo del siglo cuarto antes de Cristo.

Diógenes, representante de la escuela cínica, discípulo de Antístenes, fundador de esa escuela, destacado por su vida austera y fiel a su filosofía, se transformó en mendigo.

Tal era su pobreza que vivía en un tonel despreciando toda convención social. Sostenía que el hombre debía volver a la naturaleza y consideraba que las ciencias no eran válidas para obtener la felicidad.

La anécdota que ilustra hasta que punto creía en sus principios fue cuando lo visitó Alejandro Magno; que viendo el estado de carencia en que se encontraba y queriéndolo ayudar, le preguntó si necesitaba algo.

Con mucha tranquilidad Diógenes le dijo que si, que necesitaba que se corriera un poco porque le quitaba el sol.

El Estoicismo fue un movimiento posterior, del siglo III a. de C., cuyo fundador fue Zenón de Citio. Su doctrina propone una teoría de unalma corpórea y capaz de recibir impresiones de los objetos; que producen representaciones en el hombre que no puede resistir, llamándolas “fantasías catalépticas”.

El sabio estoico es imperturbable ante la desgracia y ante la ventura, domina sus pasiones porque acepta su destino y se siente profundamente humano viviendo como ciudadano del mundo, de acuerdo a la naturaleza y preparado para la muerte; y encuentra la felicidad en la práctica de la virtud.

El estoicismo tuvo gran influencia en la civilización occidental, en sus dos aspectos, la lógica con el concepto avanzado del cálculo proposicional y su implicancia material; y la ética, que es característica de cristianismo.

Pero también encontramos rasgos estoicos en casi todos los filósofos, en la literatura y en la historia del mundo occidental.

Sin embargo, en la actualidad existe la filosofía del consumismo, y el ciudadano común no puede resistirse a las cosas que tienen los demás, porque cree que el Ser es el tener.

Pero es inútil acumular, porque la única manera de irse de este mundo es ligeros de equipaje.