El Síndrome Hikikomori
Hikikomori es una palabra de origen japonés que designa una patología psicosocial y familiar característica de nuestra época, que suelen padecer principalmente los varones, tanto jóvenes como adultos, que tienen alrededor de treinta años.
Este síndrome que aparentemente comenzó a manifestarse en Japón, parece estar diseminándose por todo el mundo, en forma lenta e insidiosa, porque también se están registrando casos en España, Italia, Corea del Sur y también en Francia.
Se trata de personas que deciden encerrarse voluntariamente en sus casas, a veces en una habitación; que también son adictos a Internet y a los juegos electrónicos, que eluden cualquier contacto, que se mantienen alejados de la sociedad y de cualquier vínculo personal, o comunicación, inclusive de sus familiares, a veces durante años, abandonando sus encierros solamente para satisfacer sus necesidades fisiológicas.
En el año 2010 ya existían en Japón 230.000 casos de hikikomori, al año siguiente se presentaron 34.000 casos más y se calcula que esta cifra llegará en poco tiempo a alcanzar el millón de personas en condiciones de aislamiento, que eligen el auto encierro como estilo de vida.
No se trata de personas que sufren de otras patologías psiquiátricas, sino de individuos que rechazan el contacto social y que han decidido desprenderse de la intrincada trama social para elegir como modo de vida el solipsismo.
Los familiares a veces demoran en hacer una consulta médica, porque aparte de la fobia social, estas personas no presentan síntomas de otra naturaleza como para necesitar imperiosamente ir al médico.
Sin embargo, esta conducta no es normal, y aunque no parezca una patología es evidente que este comportamiento atípico no puede considerarse solamente una falla de carácter.
Este fenómeno puede tener varias causas, tanto orgánicas como psicológicas. Con respecto a las causas orgánicas, posiblemente la Neurociencia logre una explicación y pueda hallar los medios para intentar paliar esta situación, dado las implicancias económicas y sociales que puede accarrear; mientras las causas psicológicas puedan ser reveladas a la luz de estudios experimentales debidamente controlados.
Hay que tener en cuenta, que se trata de una generación que se ha criado de una manera diferente a la tradicional, en familias demasiado ocupadas y ensimismadas en sus propios trabajos, esforzándose para ser cada vez más eficientes y competitivos, con el firme propósito de ocupar cargos de mayor responsabilidad y mejor nivel de ingresos, pero que han relegado a un segundo plano la responsabilidad de mantener buenos vínculos con los hijos, postergando el necesario acercamiento afectivo y negándoles la indispensable oportunidad de comunicación.
Así como los padres se aíslan cuando se dedican de lleno a sus actividades, los hijos aprenden a hacer lo mismo, renunciando a integrarse en una sociedad que les enseña a disfrutar de todo el confort sin necesidad de relacionarse.
En la actualidad son muchos los hogares que mantienen a sus hijos hasta mucho más allá de la juventud, sin exigirles que participen en el mantenimiento de los gastos ni que trabajen; y ya es común que muchos padres mantengan a sus hijos con tal de que estudien una carrera para asegurarse un título, logro que a veces tarda muchos años en cumplirse. En España por ejemplo, actualmente, el 67,4% de los que tienen más de veinte años, vive con sus padres
Puede ser que allanarles demasiado el camino a la descendencia no sea lo que realmente necesita para desarrollar su propia vida y la convierta en personas poco dispuestas a esforzarse de la misma manera que sus padres, porque no pueden verle ningún sentido.
Renunciar a la sociedad y a los vínculos puede ser la forma que tienen los jóvenes y también los no tan jóvenes, de rebelarse contra un sistema deshumanizado que convierte a las personas en autómatas consumistas, que no tienen tiempo para los sentimientos.
Fuente: «La Nación»; Enfoques; Luisa Corradini, Corresponsal en Francia. 15/07/2012.