Hikikomori: el monstruo del aislamiento
Son unos incomprendidos totales. Nadie tiene la completa capacidad de entender cómo alguien acaba totalmente aislado durante días, incluso meses. El Síndrome de Hikikomori es cada vez más conocido porque cada vez se conocen más casos. Afecta a personas de todas las edades aunque los adolescentes y los adultos de 38 años de edad como media son más propensos. En cuanto al sexo, parece que es más frecuente en varones.
Lo más probable es que las personas que viven recluidas y confinadas en sus casas o habitaciones ocupen su tiempo participando en realidades alternativas como los videojuegos, internet o devorando libros y películas. Sin embargo, sólo un porcentaje reducido usa internet para relacionarse con otras personas.En algunos casos, se busca refugio en la comida para olvidar las frustraciones o, simplemente, por aburrimiento.
Lo que al principio parece ser una temporada de reflexión o de descanso, deriva sin apenas hacer ruido en una fobia social que lleva a padecer este síndrome con el tiempo. Algunos comportamientos o situaciones que pueden provocar un aislamiento extremo y voluntario encuentran su inicio en rehuir la asistencia a clases o trabajo, en la pérdida de amistades progresivamente hasta perder contacto y confianza en los demás. Por otro lado, dependen de los familiares directos para realizar cualquier actividad fuera de casa por lo que suelen carecer de habilidades sociales suficientes para funcionar de manera autónoma.
A su vez, los ritmos circadianos están completamente cambiados durmiendo todo el día y dedicándose al mundo virtual durante la noche, lo cual genera también trastornos fisiológicos. Puesto que no realizan actividad física suficiente, además de no alimentarse equilibradamente, es posible que desarrollen anemia, articulaciones frágiles,
A pesar de que con la atención psicológica adecuada y un tratamiento y seguimientos pertinentes se puede superar, existe la posibilidad de desarrollar perfiles psicóticos y de que la reclusión se prolongue demasiado, en cuyo caso, será necesario el ingreso hospitalario para supervisar correctamente la recuperación.
La familia también se convierte en paciente y precisará de orientaciones rigurosas. El protocolo de actuación requiere un profundo análisis de la realidad familiar puesto que es susceptible de ser parte de la causa del aislamiento, o al menos, así es percibido por el enfermo.
Lo más probable es que presente trastornos asociados como esquizofrenia, agorafobia, y depresión. Es por ello que la intervención psicológica y psiquiátrica deben estar ligadas para realizar un trabajo conjunto y efectivo al máximo. A nivel social, actualmente, se trabaja en la formación de comunidades terapéuticas donde se reúne a personas que sufren el síndrome como primer contacto social entre ellos y conseguir que superen esta circunstancia.
Mantengamos, pues, nuestra atención alerta, observemos a los que nos rodean y estemos pendientes los unos de los otros para poder superar los momentos desagradables y difíciles que la vida nos pone por delante. No se llegan a estos extremos de un día para otro, así que no vaguemos ciegos frente a los problemas ajenos. La ayuda mutua, el consuelo, el apoyo son la barrera perfecta para mantener a raya los aspectos oscuros de la aventura de vivir.