La Privacidad
Internet parece querer adueñarse del mundo privado de todos nosotros, en tal forma que lo que antes representaba una inquietud sólo de ricos y famosos, ahora puede ser también problema de cualquiera, aunque no haya trascendido en nada y sólo sea una persona común.
La tarjeta de crédito registra fielmente nuestras decisiones y las puede hacer públicas. Todos se pueden enterar, sin nosotros darnos cuenta, de nuestros gustos, de cuánto gastamos en ropa, en médicos, en institutos de belleza o en restaurantes; si fuimos al cine o al teatro, si estamos sanos o enfermos, si cambiamos el auto, si nos fuimos de vacaciones o si fuimos a un hotel alojamiento si cometemos la torpeza de pagar con plástico.
Los pensamientos dejaron de ser secretos, porque también está el lugar donde se pueden publicar aunque sean intrascendentes; nuestra imagen puede recorrer el mundo y hasta pueden saber en el más remoto lugar qué peso registra nuestra balanza.
Aunque la profusión de información parezca demostrar que esta invasión de privacidad le complace a la gente, porque tal vez haciendo pública su intimidad pueden ganar amigos, compartir experiencias y a la vez obtener información de otras personas virtuales, que seguramente jamás llegará a conocer personalmente; las estadísticas revelan que el 70% de los encuestados no desean que su información privada se propague.
A la gente joven parece no importarle quedar expuesta, en cambio las personas de más edad y con mayor experiencia, son más cerradas y prefieren cuidar más su privacidad.
Pero generalmente, la mayoría siente que tiene que aceptar esta nueva forma de vivir “on line” para no quedar afuera y permanecer en el ostracismo que significa ser diferente.
El problema es que lo que se registra en las redes sociales es imborrable, y se puede quedar pegado a experiencias que podría ser mejor dejarlas atrás para superarlas, pero que de este modo pueden perseguir a un sujeto como su propia sombra mientras viva.
Porque la información puede revelar tendencias sexuales y orientaciones políticas, así como también nivel adquisitivo, lugar de residencia, ausencias del hogar, horarios, ocupación, etc. y ser transferida a otros sitios para completar un perfil.
Afortunadamente, la tecnología sigue dependiendo de la discreción de los usuarios que sólo tienen que ser conscientes del riesgo que significa el hecho de publicar todos sus movimientos y su forma y estilo de vida, porque se pueden exponer a ser víctimas de actos delictivos o permanecer indefinidamente encasillados en roles que luego nos pueden llegar incomodar.
La privacidad, a pesar de la revolución mediática, la puede manejar uno mismo, evitando publicar datos personales, fotografías íntimas, o de parientes o amigos que no han autorizado a hacerlo, o de las propiedades o el auto que uno tiene.
Porque así como la creatividad en Internet ha producido cosas magníficas y de gran interés para la mayoría, así también se puede utilizar la inteligencia para cometer delitos; y las redes son una fuente de recursos envidiable para la gente sin escrúpulos.
A los seres humanos siempre les gustó saber sobre la vida de los demás, por eso las novelas más leídas son las que se han inspirado en hechos verídicos y que revelan los secretos más desopilantes y mejor guardados.
Los pueblos chicos son los infiernos más grandes, porque son lugares donde todos se conocen y donde se entretejen las habladurías, hasta hacer de una insignificancia una cuestión trascendente como para sorprender a la gente, ávidos de noticias en un entorno donde a muchos nunca les pasa nada digno de despertar interés.
Cuidar nuestra privacidad es una manera de cuidarnos a nosotros mismos, en un mundo que no repara en destruir la vida de las personas por dinero.