El Derecho a la Privacidad en la crianza de niños.
¿Por qué es importante fomentar el derecho a la privacidad y a la intimidad en la crianza de los niños?
Transmitir y respetar el espacio del niño es un asunto que frecuentemente se pasa por alto o sufre de malas interpretaciones.
En la sociedad norteamericana, como se suele ver en muchas series y películas, los niños y adolescentes cierran las puertas de sus habitaciones con traba, no teniendo muchas veces los padres noción de donde están sus hijos, como están o que les sucede.
Acá se confunde respeto por la privacidad con desapego, falta de comunicación y de confianza. Lo cual genera una abstracción, un alejamiento de los padres respecto a los asuntos de sus hijos, que genera una brecha muy grande de distancia entre ellos.
En la contracara, está el Colecho y la Crianza en el Apego, que también puede tener consecuencias negativas si no se equilibra con límites y espacios propios.
Por esto, haremos referencia a la cuestión de la privacidad e intimidad como un derecho que debe forjarse y respetarse desde la infancia, posibilitada y acompañada por los padres.
De modo que, no se trata ni de desentenderse de los asuntos de los hijos o no involucrarse, ni tampoco de perpetuar un “pegoteo” que no le permite al niño la creación de un espacio propio y la construcción de su propia subjetividad.
Entre ambos extremos, por supuesto, se encuentra la crianza responsable.
Difícil y con muchos desafíos en la actualidad, pero con grandes respaldos desde las teorías psicológicas.
El colecho y la crianza sin límites ni espacios diferenciados es una comodidad o deseo de los padres, no de los niños.
El niño no puede decidirlo, ni siquiera conocerlo si no se le transmite y enseña. El espacio propio, la intimidad y el respeto por su propio cuerpo y por sus pertenencias tiene que ser fomentado ayudándolo a tener su propio lugar, y a independizarse en tareas de higiene personal y de cuidado de sí mismos.
De lo que aquí se trata no es simplemente de una cuestión objetiva o física de espacio, (en que cama o habitación duerme, o en el caso de los adolescentes, si se golpea la puerta de la habitación antes de entrar o si se establece un respeto por su espacio físico), sino de que estos espacios son análogos a los espacios psíquicos.
Ayudarle a un niño a sostener su espacio propio es ayudarle a formar su identidad.
El niño debe construirse subjetivamente como un ser distinto de los padres, porque de eso se trata. Los padres traen al mundo individuos que no son de su propiedad, que deben ir diferenciándose para poder desarrollarse saludablemente.
Para esto, en primer lugar, hay que permitirles ese espacio: fomentarlo y potenciarlo. Así, el niño crecerá con mayor seguridad y autoestima, sabiendo lo que quiere y lo que no, lo que lo identifica y lo que no y tolerando mejor sus ansiedades y miedos.
La concientización sobre el cuidado y respeto de su propio cuerpo también es necesaria, y actualmente, esta temática comienza a ser abordada, en el mejor de los casos, desde la educación inicial.
Generar límites constructivos y respeto por el espacio y la privacidad del niño no está relacionado con ser menos cariñoso o darle menos amor.
Todo lo contrario, es el mayor acto de amor que un padre puede hacer por un hijo: ayudarlo a construir las bases de su personalidad, ayudarlo a crecer y a desplegar sus potencialidades sobre un terreno seguro.