Ansiedad en la crianza.
¿Qué genera en niños y niñas la ansiedad de sus padres o madres? ¿Qué consecuencias puede traer en su desarrollo?
La ansiedad, como mencionamos en artículos previos, es muy frecuente en la actualidad. Si bien es una respuesta defensiva adaptativa en algunas situaciones, se ha extendido significativamente hasta volverse excesiva o crónica. La velocidad, la tecnología, el consumo y la situación socioeconómica y laboral del sistema actual colaboran con este incremento.
En el entorno de la crianza la ansiedad de las personas adultas repercute significativamente en todo el entorno familiar.
La ansiedad evita que padres y madres pasen tiempo de calidad con sus hijo/as. Para poder jugar, acompañar, escuchar, y estar presentes física y emocionalmente es necesario poder estar en cierto estado de relajación, y la ansiedad no permite esto.
Lo que sucede en estos casos es que no hay una verdadera presencia parental, que pueda respaldar y contener emocionalmente. Madres y padres con ansiedad están ahí y quizás hacen las tareas necesarias pero emocionalmente no están presentes, están atravesados por preocupaciones futuras, o pensando en cuestiones laborales o en todo aquello que no están haciendo mientras están con sus hijo/as. Y ello/as, por supuesto, lo advierten.
Esa ausencia emocional generada por la ansiedad es muy frecuente, y dificulta también que puedan verdaderamente recibir lo que sus hijo/as les comunican. Por lo general, suelen adelantarse a sus necesidades siendo a veces intrusivos y no pudiendo respetar los tiempos infantiles.
Otras veces la ansiedad los lleva, precisamente, a no estar ahí. Entonces no pueden tampoco adelantarse, sino que procrastinan, demoran o entran en circuitos algo caóticos que impiden desarrollar ciertas rutinas necesarias para lo/as niño/as.
Gran parte de la crianza requiere de la capacidad de acompañar y respetar los tiempos del niño/a. La ansiedad dificulta la espera y el acompañamiento de tiempos ajenos al propio. Todo se dicta en función de una urgencia interna, que demanda pasar de una cosa a la otra a gran velocidad. Pensamientos, miedos, quehaceres y responsabilidades se amontonan, evitando que la persona pueda realmente conectarse con lo que está a su alrededor.
Así, y dentro de esta dinámica, se pueden dejar pasar cosas importantes, situaciones que demanden una respuesta responsable, simplemente por no poder estar del todo presentes.
El factor intrusivo de la ansiedad genera efectos también muy contraproducentes, porque es el adulto el que marca los ritmos constantemente y se adelanta al pedido, dificultando así que su hijo o hija desarrolle herramientas comunicativas y que aprenda a tolerar la frustración.
La ansiedad es algo que suele desarrollarse tempranamente, y en niño/as es frecuente que se manifieste incluso desde edades muy tempranas. Si el ritmo familiar está regido por la ansiedad y el desborde, es muy probable que esos niños y niñas crezcan con esas mismas dinámicas, siendo posteriormente difícil que puedan registrar y nombrar lo que necesitan o lo que sienten.
Es muy importante que madres y padres que estén llevando adelante la crianza de sus hijos e hijas, puedan trabajar su ansiedad para así minimizar el impacto que tenga sobre su desarrollo.