Sobreprotección en la infancia.
Hemos hablado recientemente acerca de la carencia afectiva en la infancia y sus consecuencias para la Salud Mental. En este caso hablaremos de la sobreprotección y sus características.
Primero debemos decir que la sobreprotección no implica una contención afectiva adecuada. Muchas veces se cree que la carencia afectiva y la sobreprotección están ubicados en polos opuestos. Esto no es así, se puede sobreproteger y aún así ser carente afectivamente. Estar pegado al niño o niña no significa que se está proveyendo de la contención que éste/a necesita.
Precisamente, los niños necesitan de espacio para poder experimentar y crecer. El desarrollo infantil requiere de apoyo afectivo y sostén, que le permitan de ahí en más moverse, avanzar.
La sobreprotección impide avanzar, es un exceso por parte de los cuidadores que habla más de temores o necesidades de ellos, que las de los propios niños. Es importante entender que los niños necesitan enfrentarse a situaciones de riesgo controlado para aprender a manejar la incertidumbre y el miedo. Esto no significa exponerlos a peligros reales, sino permitirles vivir experiencias que les enseñen a afrontar la vida con sus propias herramientas.
Los niños sobreprotegidos suelen tener un universo creado para ellos, donde no hay riesgo alguno, y no hay tampoco necesidad de esfuerzo. Este es uno de los primeros puntos que enseguida llaman al conflicto. Si el niño crece dando por hecho que todo va a estar allí incluso antes de que lo pida, probablemente se desarrolle de modo ansioso e inseguro. Los niños criados en este ambiente no tienen el espacio para esperar, probar, y buscar los resultados que pretenden conseguir.
Uno de los rasgos frecuentes entorno a la sobreprotección es la dificultad frecuente en los padres para aceptar que el niño crezca y, con esto, que prescinda de ellos cada vez más. Esto, suele angustiarlos, aumentando su resistencia al cambio y pretendiendo retener al hijo/a de todas las formas posibles.
La sobreprotección anula la posibilidad de que un niño desarrolle sus propias capacidades. Está demasiado custodiado, rodeado de observación, de temores, de propuestas e iniciativas de los padres. No puede, en este contexto registrar inicialmente qué quiere o qué necesita. La respuesta parece venirle directamente desde afuera. Este exceso de presencia parental frecuentemente asociado con rasgos ansiógenos, produce una verdadera obturación de la creatividad y el impulso exploratorio del niño/a que no encuentra espacio para ser desplegado.
Además, la sobreprotección puede generar una dependencia excesiva en el niño/a hacia sus padres, lo que puede dificultar su autonomía y autoestima en el futuro. Un niño/a que no ha tenido la oportunidad de enfrentar desafíos y superar obstáculos por sí mismo/a puede tener dificultades para tomar decisiones y resolver problemas de manera independiente a medida que crece.
En otros casos, el niño exigirá duramente y no podrá tolerar la frustración de no tener una respuesta inmediata a todo aquello que exige o pide. Simplemente porque no se le ha enseñado la espera y la posible frustración a sus demandas.
La sobreprotección marca fuertemente que son los padres los que no pueden ceder su control, y observar, alojar lo que su hijo necesita. Aparenta ser un acto protector, pero en su exceso, desprotege profundamente, dejando al niño en un terreno de soledad y de gran inseguridad.
Los padres sobreprotectores suelen, o bien, tener mucho miedo frente a todo tipo de eventuales riesgos, para lo cual están siempre prevenidos, o bien creer que saben absolutamente todo lo que sus hijo/as necesitan, incluso antes de que lo manifiesten. En ambos casos hay un narcisismo muy presente en las figuras parentales que no deja verdadero espacio al desarrollo y la exploración infantil.
El niño necesita de espacio, y, como decía Winnicott, de tiempo a solas. Se debe respetar su privacidad, se debe estimular y propiciar que pueda jugar solo y así poder desplegar su mundo interno. Es una violación del espacio infantil que un padre o una madre esté constantemente ahí, queriendo anticiparlo todo.
Es muy importante tener en cuenta estas nociones para así poder deconstruir la idea de protección. El verdadero cuidado tiene que ver con un acompañamiento y sostén respetuoso de los espacios que necesita el niño en su crecimiento. Esto implica permitirles cometer errores, enfrentar desafíos y aprender de sus propias experiencias, siempre dentro de un marco de seguridad y amor.