Ansiedad por comer: cómo identificarla.
Canalizar la ansiedad en las comidas es un síntoma muy frecuente, más aún en la época actual.
El sedentarismo en contraste con las demandas de un sistema que prima el desarrollo constante, el consumo y la rapidez, es la conjunción perfecta para la ansiedad. La comida es una vía hacia la que se dirige la ansiedad en gran número de casos. Uno de los motivos es la satisfacción momentánea que genera, mediante la cual se busca inconscientemente aliviar el malestar generado por al ansiedad. Por otro lado, culturalmente estamos tan acostumbrados a basar nuestro día a día entorno a la comida, que muchas veces se invisibiliza como descarga ansiosa.
La persona puede sentir que comer constantemente es una necesidad. Puede referir tener hambre todo el tiempo o no poder saciarse. Pero hay que poder distinguir entre la sensación de hambre que corresponde a algo fisiológico y la sensación de hambre que tiene relación con la ansiedad.
Las diferencias fundamentales entre tener hambre y comer por ansiedad son:
- La sensación de hambre orgánica comienza de manera gradual. El organismo desencadena este instinto cuando se está quedando sin energía. Va marcando gradualmente que es necesario incorporar más alimentos. Pero nunca sucede de un momento a otro.
- Cuando se come por ansiedad suele sentirse una urgencia por comer de un momento a otro, y con una frecuencia excesiva. Se suelen buscar ciertos tipos de alimentos, aquellos que causen placer, o muy dulces o muy salados y que se puedan consumir rápidamente.
- Posteriormente a la comida, en el caso de hacerlo por hambre orgánica, suele advenir una sensación de saciedad. Y se puede fácilmente dejar de comer y continuar con las actividades.
- Cuando se come por ansiedad no suele haber sensación de saciedad. Por eso al poco tiempo de haber comido se busca nuevamente algo más para consumir. Hay una sensación de desesperación frente a la comida y dificultad para controlarse.
- Quienes experimentan ansiedad entorno a la comida dejan de registrar su cuerpo. No comen en función de las necesidades corporales, y pueden seguir comiendo aún sintiendo pesadez, acidez o síntomas gastrointestinales que le indican que debería detenerse. Suele generar culpa posteriormente, y puede llevar a sufrir sobrepeso u obesidad.
La ansiedad, como dijimos anteriormente, tiene una vía fácil de manifestación por medio de la comida, porque a la persona le requiere poco esfuerzo y satisfacción inmediata. La pasividad o la falta de actividades puede potenciar los estados de ansiedad porque al no tener modos alternativos de descarga (por medio de la actividad física, el trabajo, actividades creativas, por ejemplo) la persona canaliza prioritariamente a través de la ingesta de alimentos.
Podemos preguntarnos qué viene a cubrir o a tapar este exceso de comida. Por lo general una sensación de vacío, de soledad, de angustia, de inseguridad, de incertidumbre, que pretende ser «llenada» y, así, subsanada. Sin embargo, como ocurre con todas las conductas compulsivas, nunca terminan de lograr su objetivo, teniendo el sujeto que consumir siempre un poco más sin resolver el problema.
Por eso mismo, es muy importante poder distinguir qué es hambre y qué obedece a una urgencia de tipo ansiosa que lleva a alimentarse de manera desorganizada, trayendo otras consecuencias perjudiciales para la salud. En el caso de sufrir ansiedad entorno a la alimentación es recomendable una consulta profesional para poder trabajar puntualmente el conflicto en relación al recorrido y la historia de la persona en particular.