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Violencias en el Hogar. Visibilizar para cambiar.

Publicado por Lic. Maria V.

La violencia en el hogar tiene más frecuencia de lo que se reconoce y visibiliza.

En la actualidad, afortunadamente se ha comenzado a concientizar respecto a las conductas de violencia. Siendo separadas de lo estrictamente físico para considerarse en su aspecto verbal y psicológico, que suele tener mayor incidencia y perpetuidad.

La violencia en el hogar debe ser analizada aún de manera más amplia. No solamente los golpes, gritos, e insultos están incluidos dentro de la categoría de Violencia.

Se puede considerar Violencia a cualquier forma de intrusión que atente contra la subjetividad y seguridad de un individuo.

Comentarios o discursos que desacrediten constantemente al otro, o invasión de su privacidad y espacios, por ejemplo, son formas de Violencia.

De este modo, Violencia en el Hogar puede considerarse a todo abuso de poder en el plano familiar.

En el artículo anterior, mencionamos el Derecho a la Privacidad e Intimidad de los niños, cuestión aún no lo suficientemente visibilizada.

Este es un derecho que no suele respetarse, ya que los padres, por cuestiones de costumbres de crianza heredadas no lo registran, avasallando muchas veces los espacios y la intimidad del niño. Considerando que, por ser su hijo, pueden llevarlo y traerlo a su modo, irrumpir en sus actividades, manipularlo, no escucharlo, entre muchas acciones cotidianas. Esta también se puede considerar, entonces, una forma de Violencia.

En la pareja, los modos de Violencia abarcan desde las censuras, los celos, las privaciones, las ridiculizaciones y el menosprecio, muchas veces vehiculizadas por “bromas o chistes” reiterados, que socialmente maquillan este aspecto, evitando que pueda ser considerado con la intensidad que le corresponde, y también violaciones de espacio e intimidad del otro.

La exigencia excesiva de padres a hijos con cuestiones académicas, mediante demandas constantes de superación y exitismo, por ejemplo, también son formas de violencia, porque inhiben el desarrollo natural del niño e imponen prematuramente códigos del mundo adulto, que avasallan intereses y despliegues creativos que son espontáneos en la infancia.

Evitar estas formas de Violencia son esenciales para que las personas que conviven en el mismo espacio puedan crecer y desarrollarse saludablemente.

A un niño se le puede poner límites sin Violencia. Los límites establecidos saludablemente son, por definición, no violentos. La violencia aparece cuando hay dificultades para establecer ese límite de otro modo.

De esta forma, asociar Límite con Violencia es un gran error.

Pero otro gran error es creer que la “No Violencia” significa “No Límites”. Este malentendido es terrible desde el punto de vista de la psicología infantil.

Porque podríamos  plantear justamente que los “No Límites” son también una forma de Violencia.

No poner límites es no tomar una responsabilidad que le corresponde al adulto. Y, al no llevarla a cabo, inconscientemente se delega en el niño esa decisión.

Los límites, como hablamos anteriormente, son guía y contención. Le ayudan al niño en la regulación de sus impulsos y le permiten desarrollarse socialmente.

Teniendo presentes estos aspectos, la idea de Violencia se amplía y se visibilizan aún más aspectos de los mencionados frecuentemente.

Es correcto emplear, entonces,  el término de Violencias, que manifiesta de mejor modo la cantidad de formas distintas que la violencia como concepto puede encarnar.

La visibilización es la única manera de cuestionar aspectos de hábitos culturales, sociales y de crianza, que de otro modo se perpetúan de manera automática.

La única posibilidad de cambio en la institución familiar, que grandes crisis representa actualmente, es, justamente, mediante la observación y debate acerca de los modos convencionales, propiciando así los cambios necesarios para un crecimiento y desarrollo social.